25 febrero 2006

Transamerica


Cuando se llamaba Stanley, cursó estudios universitarios extraordinariamente variados, que hicieron de él una persona como poco cultivada. Ahora que responde por Bree y está a punto de operarse para que le estirpen el pene y los testículos, intenta pasar lo más inadvertida posible, tanto en su entorno (un barrio pobre e hispano de Los Ángeles) como en su trabajo, un discreto restaurante mexicano: el coste de sentirse normal, en una palabra. Sólo está a la espera de la firma de su psicóloga para acceder al ansiado quirófano. Y en eso, recibe una llamada que le informa: a) que no está tan sola en el mundo como querría, como pretende; b) que es padre de un joven con problemas con la ley y que vive en la otra punta de EE UU, en Nueva York. Y su psicóloga, con toda prudencia y buen tino, le dice que sólo le firmará el permiso para operarse si antes resuelve el entuerto del díscolo crío... y de su postergada paternidad.

Con esta premisa, una actriz superlativa (Felicity Huffman: le ha salido a Reese Witherspoon una seria rival para los Oscar de dentro de unos días) que, como Carmen Maura en La ley del deseo, encarna con extraordinaria perspicacia a un transexual, y una estructura tan querida en el cine americano como es la de la historia itinerante, la de la peripecia personal incardinándose con el paisaje y con gentes desconocidas. Duncan Tucker debuta en la dirección con un filme pequeño y tocado por la gracia de lo honesto, una de esas maravillas del cine independiente americano que escapan por igual a la facilidad de la comedia de diálogos constantes (y a menudo farragosos) y a la peripecia cansinamente generacional.

Pulso seguro

Como Bree descubrirá muy pronto, en la vida resulta siempre conflictivo pasar inadvertida, sobre todo cuando uno (o una, como ella se siente) arrastra lo que arrastra. Y hará también otro descubrimiento: no se puede mentir mucho tiempo y engañar a muchas personas... y mucho menos a una que está llamada a desempeñar un papel fundamental en su vida.

Tucker cuenta esta historia de un doble aprendizaje para la convivencia, el de Bree y el de su no deseado retoño, Toby (el joven Kevin Zegers, muy plausible en su caracterización de muchacho amoral pero con restos de su juvenil inocencia aún intactos), con pulso seguro y sin cargar demasiado las tintas. Lo hace a partir de enfrentar a ambos con situaciones que los forzarán a ser más tolerantes, y sin juzgar jamás sus comportamientos. Y a la postre, el filme es un cuidado retrato de seres perdidos en una existencia que entienden mal, prisioneros de sus deseos tanto como de sus debilidades, y condenados a entenderse. Es tierna y comedida, aunque no rehúye las situaciones fuertes, e incluso la sátira familiar y costumbrista; es un prometedor debut