
En los de este año, sin embargo, quienes asistieron se dedicaron a hablar de discriminación a homosexuales, sobre el papel del cine en el discurso público y a analizar si debería someterse al presidente a juicio político.
"Todos podríamos coincidir en que este no es el lugar indicado para hablar de ese tipo de temas", dijo George Clooney, que ganó como mejor actor de reparto por el papel que interpretó en Syriana, de neto corte político. "No fue un ataque al gobierno de Bush. Fue un ataque a sesenta años de fracaso político del Medio Este", sostuvo.

Ang Lee, que recibió un Globo como mejor director por Secretos en la montaña habló con evidente sinceridad sobre "el poder del cine de cambiar la forma en que pensamos." Más tarde, sin embargo, ya en la sala de prensa, cuando enfrentó los intentos de obligarlo a decir que su filme es una "película de mensaje", se resistió con amabilidad y firmeza.
"Vamos a ver qué efecto genera, pero no fue por eso que la hice —dijo—. No me corresponde a mí decir si es un hito cultural."

"Un papel es difícil de interpretar debido al drama interno del personaje —contestó—. Esas son las cosas difíciles, no su preferencia sexual." Más tarde, cuando le preguntaron sobre la forma en que se trata a los gays en los Estados Unidos, agregó: "No creo que la película tome partido."
Sin embargo, vivimos en una época en que lo que hace la gente es tomar partido. Es un momento extraño en la historia cultural, ya que los importantes contendientes del año, además de Munich y Soldado anónimo, llevan a cabo su propio análisis de la realidad —basta con pensar que hace apenas dos años el gran tema del cine del Oscar era si Frodo y Sam destruirían el anillo.
Es probable que el ánimo de Hollywood hoy sea inevitable. En una cultura mediática atomizada, Jon Stewart no es la única fuente no tradicional de pensamiento político. Su selección como conductor de los Oscars puede interpretarse como una reacción más a las elecciones por parte de la elite liberal de la industria.

Lo que se olvida en medio de todo esto es el hecho de que Hollywood por lo general sigue las tendencias culturales y políticas, pero no las lidera.
Eso significa que las películas premiadas con los Globo ofrecen un panorama de la situación en la industria hace 18 meses, cuando los ejecutivos se encontraban en estado de alerta en relación con la guerra, las elecciones y la creciente polarización del país.
Luego de años de preocupación y análisis de lo que querían ver los varones de 14 años, los grandes estudios como Warner Bros. le daban el sí a películas como Syriana, una ambiciosa mirada a los medios y objetivos de la política exterior de los Estados Unidos.
Nosotros, el público, ahora nos sentimos bien porque vemos películas que abordan temas reales y toman partido, por lo menos hasta que llega la hora de vender el filme o de aceptar un premio. Secretos..., TransAmerica, Syriana y El jardinero fiel —todas ellas premiadas por la Asociación de la Prensa Extranjera de Hollywood— reflexionan sobre el odio, la codicia y la pobreza. Buenas noches... y Capote utilizan el pasado para meditar sobre las falencias del periodismo.
Es inevitable, sin embargo, que el péndulo siga oscilando. Después de todo, los mensajes no venden pochoclo, y con el tiempo pueden producir una indigestión. Lo más probable, entonces, es que la nueva seriedad haya alcanzado su apogeo, o que esté muy cerca del mismo.

Sin embargo, pronto llegarán nuevas versiones de Superman, X-Men y El Hombre Araña, que lucharán contra este brote de pensamiento serio, que resultará interesante mientras dure