Incomprensiblemente estrenada fuera de la época navideña que su acción recrea, y sin la que sencillamente no existiría, esta segunda película de Thomas Bezucha parece apuntarse a la comedia familiar en días de fiesta, un clásico del cine americano de consumo. Y sin embargo, más allá de las apariencias poco tiene de previsible.
Exploración sensata y cuidadosa de los entresijos familiares en pos de una tolerancia que no es muy común en el cine al uso, sin ahorrar algún que otro dardo envenenado hacia la superficialidad de los triunfadores sociales, la película se aguanta muy bien sobre unos actores espléndidos y en unas situaciones en las que la carcajada se da la mano con la lágrima, pero sin abusar nunca de ambas. Es cálida, inmediata y cercana, aunque de a ratos es un poco previsible; pero aun así, es una tardía recomendación para amantes de las fiestas tradicionales y los discursos inteligentes