27 octubre 2005

IN GOOD COMPANY


Hay más de una grata sorpresa con "In Good Company", que oscila fluidamente entre la comedia romántica y de situaciones y el filme de denuncia en torno a los manejos corporativos.

El primer acierto pasa por la elección del terceto protagónico, con el siempre eficaz Dennis Quaid como Dan Foreman, director del Departamento de Publicidad de una revista deportiva y la bella Scarlet Johansson como Alex, su hija adorada, eximia jugadora de tenis y estudiante de Literatura en la prestigiosa —y muy cara— Universidad de New York.

A esa ecuación familiar se suma, inesperadamente, Topher Grace como Carter Duryea, ascendente y ambicioso ejecutivo de una corporación. Que no sólo adquiere la revista en la que Dan se gana la vida sino que envía a Carter como nuevo director publicitario y jefe de aquél, que lo dobla en edad y experiencia.

Aunque no haya conseguido triunfos tan peculiares como el de Duryea con un teléfono celular para niños con rugido de dinosaurio.Y para peor, luego de un divorcio no deseado, Carter se encuentra casualmente con Alex, se enamora de ella y resulta correspondido. Sin que el padre de ella, por un tiempo, nada sepa. Y todavía se preocupe por una hija a la que supone virgen o por lo menos ignorante en cuanto a la práctica del sexo.

"In Good Company" tiene otros recovecos y desvíos que hacen a los enredos inevitables en una obra de este tipo, que no desperdicia oportunidad para matizar amoríos y desencuentros con dardos certeros en cuanto a la naturaleza neurótica de las verdaderas carreras de ratas que se entablan en las grandes empresas en procura de un ascenso. O la índole invasora y apropiadora de dichas corporaciones, causantes de muchas inestabilidades laborales e insatisfacciones.

Ambientada con indudable buen gusto y dirigida con solvencia por Paul Weitz (el director de American Pie y Un gran chico), el largometraje estadounidense es indudablemente entretenido y bastante inteligente en su propuesta. Y capaz, por ello, de evitar un final previsible y meloso, eligiendo una cuerda que, en un sentido, es más esperanzadora y realista sin caer en el pesimismo. Vale la pena verlo