28 octubre 2005

BROKEN FLOWERS

Una carta sin firma, una noticia que puede convulsionar una vida y un puñado de actores (sobre todo, actrices, y todas espléndidas), al frente de los cuales se sitúa un Bill Murray que ha hecho de la economía gestual su más segura, impresionante baza de éxito, bastan al siempre inteligente Jim Jarmusch para hilvanar uno de esos discursos aparentemente livianos, pero en realidad poderosamente mordaces y corrosivos que constituyen una de las marcas distintivas de su cine. La carta le llega a un ejecutivo retirado (Murray), un antiguo donjuán venido un tanto a menos, y en ella alguien le informa de que, en un futuro tal vez próximo, le visitará un joven que es, aunque él no lo sepa, nada menos que su hijo. Pero hay un pequeño problema: ¿cuál de las mujeres con que mantuvo relaciones en la posible época del nacimiento del chico es la madre?

Desde esta premisa, más la impagable colaboración de un vecino aficionado a los acertijos y las pesquisas criminales, Murray iniciará uno de esos periplos a que tan dados son la cultura americana en general y el cine en particular. Un viaje en el que intentará saber quién es la madre y que se revelará de alguna manera iniciático. Porque después nada volverá a ser como era, y porque reencontrarse con el pasado frente a frente también paga sus a veces dolorosos, a veces hilarantes peajes.

Murray viaja, pero el fruto de sus desvelos se revelará tan mínimo como en el fondo inconsistente. Jarmusch muestra ese periplo con el aire minimalista y la puesta en escena sobria y casi gélida que le es propia, pero también con un indisimulado, brillante sentido del humor.

No hay en ese viaje la menor concesión a la nostalgia -ni el personaje que interpreta Murray tiene propensión a ello, ni es para nada la intención del director trufar su mensaje de lágrimas, por muy honestas que éstas sean: no es su estilo-, y sí mucha ironía. Don Juan ya no tiene certezas, su vida ha variado sutil pero drásticamente, y desde la llegada de la carta, cualquier joven puede ser algo más que un ser humano de edad menor a la suya. O sea, que Broken Flowers se plantea como una ácida revisión del donjuanismo, sí, pero también como el recordatorio de que siempre es más conveniente asumir la responsabilidad de nuestros actos que esperar sentados a la materialización de sus consecuencias. Un filme brillante, entretenido y soterradamente hilarante, una recomendación segura para espectadores inteligentes