15 setiembre 2005

SKELETON KEY

Hay películas que valen el precio de su entrada por una sola escena, una toma, una línea de diálogo. Hannibal Lecter con su máscara, la levitación de Regan, la primera víctima de Freddy Krueger, la escena de la ducha en el Motel Bates, por sólo recordar momentos de clásicos del terror o suspenso. No es que Skeleton Key se parezca a una obra maestra ni mucho menos, pero los últimos minutos bien valen los sustos y los aparentes agujeros en la trama que muestra este muy bien estructurado filme del británico Iain Softley.

Si había algo de intriga en K-Pax —con un fondo tan similar al de Hombre mirando al Sudeste— en Skeleton Key el suspenso se acrecienta y hasta un sentimiento de tensión gana al espectador. Caroline (Kate Hudson probándose fuera de la comedia romántica) es una enfermera de Nueva Orleans que cambia de trabajo —"Soy joven, sino ¿cuándo?"— y viaja a una mansión en medio de una plantación y un pantano a cuidar a un anciano con poca vida. Curioso: las anteriores acompañantes renunciaron. Ben (John Hurt) sufrió una apoplejía, casi no se mueve ni habla pero sus ojos indican que se muere por decirle algo. Su esposa, Violet (Gena Rowlands, con su clase acostumbrada) lleva adelante la casona . "No es del Sur, no lo entendería", le dice al abogado (Peter Sarsgaard, de Kinsey), pero finalmente le entrega la llave de huesos del título que abre las puertas de los 30 cuartos, pero no aquélla en el ático que nunca se abrió en más de 40 años. Bah, eso dicen.

Las claves, viendo el filme desde ese sorprendente final hacia el comienzo, están. Hay que saber leer entrelíneas, observar, escuchar, estar atento. Como Caroline cree estarlo al advertir que Violet es una amenaza para Ben.

En una historia que mezcla deja vu, vudú y judú ("vudú es la religión, judú es la magia", le avisan a Caroline), conjuros, espíritus y sacrificios, espejos que se descuelgan, medicinas con hierbas, supersticiones y sorpresas que se van escalonando, es fácil meter miedo. Haya o no haya tormenta, sea de noche o de día, se corte o no la luz, lo sobrenatural atrapa. Hechiceros que curan o castigan a los malos, profanaciones y polvo de ladrillo: con tantos elementos, bien mezclados y mejor distribuidos, el director de la exquisita Las alas de la paloma despacha una película de intriga de las buenas, con actuaciones muy convincentes y una audacia para jugar la expectativa y la revelación que tienen un muy fuerte efecto.

Softley enseña a mirar donde no se debe. Como pista, vaya que no es lo más aconsejable en esa casa donde no todo, pero sí algo, es lo que parece. La casa está en orden, y eso es lo mejor de este, por momentos, espeluznante filme