
La estrella de la sección, sin embargo, fue Isabella Rossellini, que celebró el inminente centenario del nacimiento de su padre, el maestro del cine italiano Roberto Rossellini. Y lo hizo por partida doble. En primer lugar, presentó uno de sus clásicos incandescentes, Roma, ciudad abierta, que en 1945 fundó las bases del neorrealismo y, al mismo tiempo, descubrió para el mundo una actriz excepcional, Anna Magnani. Pero para salir de la rutina y poder decir algo más personal sobre su padre, Isabella le pidió a su amigo, el director canadiense Guy Maddin (con quien dos años atrás filmó la delirante The Saddest Music in the World), que hicieran juntos un pequeño film sobre sus impresiones y recuerdos del gran Roberto. El resultado es el corto My Dad is 100 Years Old, 16 exquisitos minutos que llevan la marca indeleble de Maddin –esas imágenes borrosas y rayadas, que parecen salidas de la memoria colectiva del espectador, como si las pasara en su cabeza un viejo proyector de 16mm–, pero que a su vez son un one woman show, con Isabella a cargo de todos los personajes.

Por supuesto, el fantasma que se materializa de manera más escalofriante es el de Ingrid Bergman, la madre de Isabella, a quien ella se parece increíblemente y a la que añora tanto como a su padre. “El no destruyó mi carrera, yo destruí la de él”, dice Ingrid por boca de Isabella, tratando de reparar una injusticia histórica. Quien fuera la mayor estrella de Hollywood de los años ’40, la protagonista de clásicos absolutos como Casablanca y Cuéntame tu vida, en 1949 viajó a Italia, se enamoró de Rossellini y abandonó en los Estados Unidos a su marido y a su primera hija. Junto a Rossellini tuvo tres hijos –Robertino y las mellizas Isottae Isabella– y filmó cinco películas volcánicas, que se anticiparon a su tiempo: Stromboli, Europa 51, Viaggio in Italia, La paura y Giovanna d’arco al rogo. Pero por entonces los guardianes morales de Hollywood la excomulgaron y boicotearon en Estados Unidos sus films italianos, para recibirla con los brazos abiertos solamente cuando Ingrid se separó de Rossellini y volvió a California.
“Lentamente está siendo olvidado, papá. Ya no te quedan seguidores ni apóstoles”, se lamenta Isabella, mientras acaricia el orbe obeso de la barriga de su padre. Y le susurra al ombligo: “No sé si fuiste un genio, pero te quiero”