11 setiembre 2005

EL FINAL DE LA MOSTRA DE VENECIA

La audacia de una temática insólita y transgresora cuando va unida a la sensibilidad, al talento y la honradez puede alcanzar reconocimiento, respeto y éxito. El jurado de la Mostra ha utilizado el sentido común al otorgar el León de Oro a la desgarrada y magnífica Brokeback Mountain, película cuyo guión (firmado por Larry McMurtry, autor de la novela The Last Picture Show, que también mostraba la derrota de los amores problemáticos en ambientes mezquinos y que le sirvió a Peter Bogdanovich para rodar su mejor película) es previsible que espantara a cualquier productor como mandan las reglas en el Hollywood de cualquier época.

Habla de una relación homosexual entre dos cowboys muy recios que no se limita a unos revolcones juveniles y volcánicos para combatir la soledad, la monotonía y la intemperie de los espacios abiertos, sino que se prolonga con infortunio a lo largo de dos vidas muy tristes que se han resignado a la mentira ante los demás para cubrir las apariencias.

Ang Lee, director con facilidad pasmosa para introducirse en cualquier época y ambiente haciéndolos veraces, consigue con ritmo pausado, capacidad de observación, matices y austeridad compleja que independientemente de las aficiones sexuales que poseamos los receptores de su película, no nos podamos desentender ni en un plano de esta hipnótica y sombría historia de amor entre dos seres a los que rechazas y comprendes, por los que sientes piedad pero también simpatía.


Es una película romántica y sutil, áspera y melancólica, que te revela los sentimientos más intensos con los gestos más leves, antidiscursiva y emocionante, con un tono descriptivo y ambiental que te hace palpar la opresión psicológica y la impotencia en la que ahogan sus ilusiones y sus deseos dos personas del mismo sexo que no pueden proclamar que se quieren porque la tradición, las reglas de conducta, la familia y la moral colectiva les expulsarían de sus raíces, les marginarían, les condenarían.

El otro triunfador de esta Mostra también pertenece al cine norteamericano.Se llama George Clooney y tiene tanto cerebro como magnetismo físico. En la excelente película que ha dirigido, Buenas noches, y buena suerte, su sentido crítico y su lucidez son transparentes al contar la historia de cómo el viejo y añorado periodismo se empeñó en una batalla contra el poder político y empresarial, representado por el fanatismo de los poderosos cazadores de brujas y el acojone a perder dinero y privilegios de los dueños de los medios de comunicación.

Todo es modélico en esta narración en la que se exalta el riesgo y la obligatoriedad de defender por encima de todo la sagrada libertad de expresión en las democracias amenazadas.

Han premiado el inteligente y necesario guión que Clooney ha escrito y que ha sabido contar con imágenes muy potentes y originales en blanco y negro. También la actuación del camaleónico David Strathaim, actor ejemplar en el mejor cine independiente que se hace en Estados Unidos, y que aquí realiza una interpretación memorable encarnando al mítico periodista de televisión Edward Murrow, fumador impenitente delante y detrás de la cámara, comunicador fiable, liberal de los de antes, incombustible defensor de la razón cuando todo está muy crudo, libre y pragmático, aterrorizado y tenaz, modelo casi imposible de rastrear y encontrar en el periodismo actual.

Que hayan concedido el León de Plata al mejor director a un atormentado superviviente a tantos desastres personales y profesionales como el francés Philippe Garrel por su transparentemente autobiográfica Les amants reguliers significa la compensación al cine de autor más experimental, al que sólo necesita decorados primarios, pocos euros, intérpretes no profesionales y una forma de contar tan personal como enemistada con los gustos temáticos y estéticos del espectador normal y sin sofisticar.

Dudo que este galardón afecte a la improbable carrera comercial de una película que reflexiona con metraje excesivo sobre las vivencias de gente muy joven durante Mayo del 68 en Francia y las alegrías revolucionarias que acaban consolando su fracaso en el opio y sus derivados.

Irrepetible genio

La actriz francesa Isabelle Huppert, tan convencida ella de su irrepetible genio dramático, haGiovanna Mezzogiorno, protagonista nada recordable de una discreta película sobre violaciones infantiles en el marco familiar. Hemos visto en la sección oficial de esta Mostra mejores actuaciones femeninas que la suya, pero resulta lógico que haya que barrer para casa, aunque la distinción sea casi simbólica. recibido una mención por su tan intensa como estratégica interpretación en la fatigosamente artística Gabrielle, pero dudo que sea suficiente para aplacar a su herido orgullo al ver que la parte del León, el premio a la mejor interpretación femenina, le ha caído a la actriz italiana

El Premio Especial del jurado al tan atípico como enloquecido Abel Ferrara no creo que responda a la admiración que ha despertado su más absurda que atractiva película Mary, sino al reconocimiento general a su obra y a su identificable estilo, capaz de lo mejor cuando tiene algo interesante que contar y de lo peor cuando está al servicio de los delirios incongruentes de un creador tan turbio como pasado de rosca.