05 diciembre 2005

Vuelve a rugir King Kong

Peter Jackson sabe que Nueva York ama a sus superhéroes pero también a sus bestias.

Desde el fin de semana pasado, la cara del gorila más querido de la historia del cine invade las calles de la ciudad gracias al estreno de uno de los remake más esperados del año.

El aclamado director de "El Señor de los Anillos" lanzó mundialmente su "King Kong", una nueva aventura épica de nada menos tres horas de duración, desatando una verdadera kongmanía. Lo hizo primero el viernes, ante la prensa americana; el sábado, ante la prensa internacional y esta noche en la alfombra roja de un teatro de Times Square. Ahí se espera la llegada de una selecta lista de invitados de Hollywood, entre ellos, George Lucas, uno de los padres de los efectos especiales.

Jackson, quien se aloja junto al elenco principal de la película (Naomi Watts, Adrian Brody y Jack Black) en el Regency Hotel de Park Avenue, se nota cansado pero contento. Acaba de caer la primera nevazón de este invierno y aunque el director neozelandés, acostumbrado a mejores climas, vista una enorme parka, salta a la vista los muchos kilos que bajó durante el rodaje. Acompañado de su mujer y coguionista de siempre, Fran Walsh, se da el tiempo de firmar autógrafos y sonreírle a los fans. Luego, el frío lo apura a caminar, mezclándose entre la gente, como cualquier peatón.

Pocos reconocen en este hombre de apariencia común y corriente, y hoy delgado, a uno de los genios regalones de Hollywood. Ganador tres veces consecutivas del Oscar y serio postulante a acumular más premios durante el año que viene.

Pero la presión es sobre todo económica. Hollywood espera que este estreno del 14 de diciembre salve la baja de éxitos de taquilla de 2005. Jackson debe recuperar 207 millones de dólares de inversión (casi tanto como toda la saga de "El Señor de los Anillos", US$ 280 millones).

Marketing

La enorme campaña publicitaria que se ha desplegado por el estreno de "King Kong" ya tiene al gorila inmortalizado en varios formatos: una edición limitada de barras de chocolates Nestlé y cereales Kellogs, en los letreros luminosos de los taxis amarillos que circulan por la Gran Manzana y en una estatua gigante en Times Square. Mal que mal, es el neoyorquino más singular de la selva.