29 diciembre 2005

"Just Like Heaven"


Pobre David: no ha cesado su luto, su bronca, su dolor por la muerte de su esposa que se enamora de otra... muerta.

En Como si fuera cierto, como en los cuentos de hadas, todo —o casi— es posible. Elizabeth es una abnegada médica en una sala de emergencias de un hospital en San Francisco, que ni tiene vida propia más allá de su trabajo —es una paradoja que sus compañeros la envidien porque "tus únicos problemas tienen que ver con el trabajo"—. Un buen —o mal— día, rumbo a una cena donde su hermana le presentaría a un hombre, Elizabeth no llega a destino: se le interpondrá un camión y mutará a espectro. Justamente David, que pena por su Laura, bebe mucho y se preocupa más por el sofá donde se sienta que por su futuro, alquila su departamento. Y así se conocen.

Como si fuera cierto es un producto hollywoodense, pero a la vieja usanza. El romance entre ambos surge espontáneamente, se crea cierto grado de suspenso alrededor de ellos —si esto fuera posible: uno sabe que los dos terminarán enamorados— y la cuota de dramatismo aparece cercano el final.

Tanto Reese Witherspoon (como intérprete, mucho más que la blonda tontuela de Legalmente rubia) como (el galán de Mi vida sin mí) tienen eso que suele llamarse buena química. Hay que salvarle la vida a un
Mark Ruffalo hombre que está desfalleciente en el piso de un restaurante, y David hará todo lo que el fantasma amigable le indique en una escena sólo posible en esta película. Y como si se tratara de una obra de teatro en la que las puertas que dan al escenario se abren y se cierran, las coincidencias se suman una y otra vez más.

Pero tal vez una de las mejores escenas sea aquélla en la que David está siendo seducido por una vecina (que era vecina de Elizabeth) y Elizabeth va deschavando una a una las estrategias de la chica —que no por nada se llama como el huracán Katrina...—.

Esta comedia pasatista se sobrelleva más y se recuerda mejor a partir de la presencia de Witherspoon. No es que la actriz de Vanity Fair se crea demasiado todo lo que le ocurre a su personaje, pero tiene un carisma que le alcanza y sobra para inundar la pantalla. Y Ruffalo hace fácil el papel de atribulado viudo que encuentra, no busca, la felicidad que añoraba desde hacía tanto tiempo.

El resto del elenco, como suele suceder en las películas románticas de Hollywood —la hermana de ella, el amigo de él, el médico ambicioso que se queda con el puesto que iba a ser de Elizabeth— están para lucimiento ajeno. O sea, para el de Reese y Mark, una en apariencia extraña pareja, pero en la que más de una pareja real puede verse reflejada. Y si así fuera, mejor