"Crecí con Las crónicas de Narnia", confiesa Andrew Adamson, el realizador neozelandés que engatusó a niños y mayores con el genial ogro de animación Shrek.El león, la bruja y el armario recrea el mágico mundo descrito por C. S. Lewis en su novela primera entrega de la serie del autor y académico británico sobre "Leí con ocho años y me fascinó la idea de poder entrar en un mundo mágico atravesando una puerta y verte de pronto investido de poder y autoridad. En la adaptación me he mantenido fiel tanto al libro como a la época", explica en la promoción del filme, que los estudios Disney organizaron en una finca señorial de la campiña inglesa, a pocos kilómetros de Oxford.
A un entorno similar fueron evacuados los hermanos Pevensy, personajes del relato de Lewis durante la II Guerra Mundial. Curiosa, confiada y resuelta, la pequeña Lucy descubre en el trasfondo de un armario un fantástico universo invernal y una extraña criatura, el fauno Tummus, con cuerpo de hombre y piernas de cabra. Será el comienzo de una aventura en la que su hermano Edmund se deja tentar por la Bruja Blanca y todos juntos lucharán con el león Aslan para restaurar el bien en el reino de Narnia.
Entre tanto, la pantalla se llena de animales extraordinarios, figuras hechizadas, lobos enfurecidos y una bruja de un glamour glacial que corta la respiración. "Estoy un poco harta de la idea de que el villano debe siempre ser una figura oscura. Es una tradición deshonrosa que Hollywood nos ha vendido durante mucho tiempo. Mi personaje es ficticio pero también histórico en tanto que los cuatro hermanos son niños de la guerra y su padre está luchando contra el nazismo. Esta bruja es la definitiva supremacía blanca y creí adecuado visualizarla como aria", razona Swinton.
"Fue una magnifica oportunidad de zarandear el viejo estereotipo y crear un nuevo icono. Lo diabólico, para que funcione, debe ser atractivo. Y la Bruja Blanca es la personificación del mal. No es humana. Es inquebrantable e inamovible. No tiene compasión y está determinada a dominar", añade la actriz.
De la mano de Swinton, la Bruja Blanca es ciertamente bella, elegante, majestuosa y de una sutileza aterradora. Se siente la frialdad en su figura y, según cuenta, su peluca y ropaje están inspirados en una catarata helada. "Me dio pie", continúa la intérprete, "a explorar qué es lo que asusta a los niños. Nunca me ha convencido la idea de que los gritos asustan a los pequeños. Con mis hijos, al menos, no funciona. Incluso sienten alivio al verme acalorada y fuera de mis casillas. Les aterra más la gente fría, distante, emocionalmente inmutable".
Se han vendido unos 85 millones de ejemplares de los siete tomos de Las crónicas de Narnia. La primera novela, El león, la bruja y el armario, publicada en 1950, creó una controversia por su trasfondo bíblico que todavía perdura. La adaptación no trata de camuflar los símbolos cristianos del original. Pero Adamson no teme ver secuestrado su nuevo trabajo por el público cristiano ni la derecha reaccionaria. "El filme habla por sí mismo. Es una historia sobre una familia que, unida, recupera su poder. Es un viaje emocional, una aventura épica. Y uno de sus principales mensajes ronda en torno al perdón. Resulta obvio decirlo, pero el mundo sería un lugar mucho mejor si nos prestáramos a perdonar más", defiende.
El realizador, por su parte, sí ha retocado una idea volcada por Lewis en su obra. La noción de que las mujeres no deben empuñar armas. "No quería hacer un filme en defensa de la guerra, pese a que el desenlace es una batalla entre el bien y el mal. Quise expresar la renuencia a la guerra y dejar claro que la revancha no es el móvil", explica. Refuerza su idea con unas imágenes sobrecogedoras de los bombardeos sobre Londres para, según dice, "contextualizar la historia y explicar los peligros de la guerra".
"Hoy, todos los niños, estén o no estén expuestos a imágenes mediáticas de guerra, experimentan a un nivel u otro el sentido de impotencia sobre la situación mundial. Me pareció responsable hacer una película sobre niños que entran en un mundo sin padres en el que sólo ellos pueden prevalecer. Son ellos quienes pueden provocar el cese de la violencia y el triunfo del bien", finaliza Adamson