Después de años en los que el gran acontecimiento en materia de ficción extranjera era la llegada de nuevos episodios de series populares en nuestro país -como "Friends" o "Sex and the City"-, 2005 fue el año en el que se pudo descubrir la renovación que trajo aparejada la despedida de los grandes éxitos de la TV norteamericana.
De entre ellos, el público local consagró a dos ciclos estreno: "Lost" y "Desperate Housewives", casi instantáneamente. Si bien son muy distintos entre sí -un grupo de sobrevivientes de un accidente aéreo en una isla misteriosa versus un grupo de amas de casa que investigan el suicidio de una amiga-, comparten una voluntad de experimentar con los géneros y la intención de construir una historia compleja, fragmentada y equívoca, que demanda del espectador una atención al detalle y una constancia en el compromiso semanal frente a la pantalla bastante superior al promedio.
La idea de combinar una historia que se desarrollará a lo largo de la temporada con conflictos más pequeños que comienzan y terminan en el mismo capítulo no es nueva (el éxito sostenido de series como "24" lo prueba año tras año), pero durante 2005 la TV norteamericana abrió la puerta a una de las camadas dramáticas más interesantes de la última década, en la que abundaron nuevas voces, nuevas caras y nuevas maneras de revivir a géneros que parecían haber dicho todo lo que tenían para decir.
Ningún repaso de lo mejor del año estaría completo sin citar algunos de sus mejores ejemplos: si "House" cambió el drama médico, "Veronica Mars" revolucionó el drama juvenil y "Medium" supo hacer otro tanto con el retrato familiar, uniendo al policial con lo fantástico y la comedia de costumbres; "Battlestar Galactica" encontró la manera de contar el futuro -y "Roma", el pasado-, alzando un impiadoso espejo al presente, reflejado en sus contradicciones en "Over There" o "Los 4400". La comedia, por el contrario, brilló por su ausencia, salvo clásicas excepciones ("Scrubs", "Arrested Development").
El hecho de que casi todas las señales dedicadas a las series experimentaran con estrategias de programación que abandonan los rígidos parámetros de antaño -estrenos en noviembre y abril-junio- permitió que los estrenos tuvieran la exposición necesaria, en tanto que su alternancia en el aire permitió restringir las repeticiones, tan molestas como inevitables en el modo de producción norteamericano. Una forma de hacer TV en la que la industria nacional tuvo su primera incursión este año, con el estreno de "Epitafios", la miniserie realizada por Pol-ka para HBO que acaba de estrenarse en los Estados Unidos.
De entre ellos, el público local consagró a dos ciclos estreno: "Lost" y "Desperate Housewives", casi instantáneamente. Si bien son muy distintos entre sí -un grupo de sobrevivientes de un accidente aéreo en una isla misteriosa versus un grupo de amas de casa que investigan el suicidio de una amiga-, comparten una voluntad de experimentar con los géneros y la intención de construir una historia compleja, fragmentada y equívoca, que demanda del espectador una atención al detalle y una constancia en el compromiso semanal frente a la pantalla bastante superior al promedio.
La idea de combinar una historia que se desarrollará a lo largo de la temporada con conflictos más pequeños que comienzan y terminan en el mismo capítulo no es nueva (el éxito sostenido de series como "24" lo prueba año tras año), pero durante 2005 la TV norteamericana abrió la puerta a una de las camadas dramáticas más interesantes de la última década, en la que abundaron nuevas voces, nuevas caras y nuevas maneras de revivir a géneros que parecían haber dicho todo lo que tenían para decir.
Ningún repaso de lo mejor del año estaría completo sin citar algunos de sus mejores ejemplos: si "House" cambió el drama médico, "Veronica Mars" revolucionó el drama juvenil y "Medium" supo hacer otro tanto con el retrato familiar, uniendo al policial con lo fantástico y la comedia de costumbres; "Battlestar Galactica" encontró la manera de contar el futuro -y "Roma", el pasado-, alzando un impiadoso espejo al presente, reflejado en sus contradicciones en "Over There" o "Los 4400". La comedia, por el contrario, brilló por su ausencia, salvo clásicas excepciones ("Scrubs", "Arrested Development").
El hecho de que casi todas las señales dedicadas a las series experimentaran con estrategias de programación que abandonan los rígidos parámetros de antaño -estrenos en noviembre y abril-junio- permitió que los estrenos tuvieran la exposición necesaria, en tanto que su alternancia en el aire permitió restringir las repeticiones, tan molestas como inevitables en el modo de producción norteamericano. Una forma de hacer TV en la que la industria nacional tuvo su primera incursión este año, con el estreno de "Epitafios", la miniserie realizada por Pol-ka para HBO que acaba de estrenarse en los Estados Unidos.