No viven como los Ingalls, fundamentalmente porque falta mamá, pero los Munn —papá, y sus hijos Chris y Tim— viven en el campo, crían cerdos y sobreviven lo más apaciblemente que pueden. O sobrevivían, porque en cuanto llegue inesperadamente de visita el tío Deel, las cosas cambiarán un poco.
Narrada al estilo de algunos clásicos de los años '70, Legado de violencia explota la vena de las relaciones fraternas y entre padre e hijos cuando éstas tienen consecuencias violentas. Si Chris (Jamie Bell, de Billy Elliot y el nuevo King Kong) es de temperamento irascible, esperen a conocer al hermano de su papi. Deel (Josh Lucas, el malo de Hulk) acaba de salir de la cárcel y, vaya casualidad, su carácter se parece un poco al de su sobrino. El otro niño, Tim, con problemas de salud, es el que casi ha obligado a papá John a quedarse en la granja.
Agreste y dura de ver —la iluminación de la región, la aridez del paisaje rural en Georgia, la pausa del diálogo—, Legado de violencia confirma en David Gordon Green a un realizador de talento, aunque cambie de registro: lejos está en su temática de la mucho más poética All the Real Girls.
Es ésta una película de hombres, con una herencia de monedas de oro mexicanas entre medio y el amor de una mujer —cuándo no— dividiendo las aguas. La traición y el honor, el sentido del deber paterno y la fuerza de la sangre hacen eclosión en una historia fuerte. La rebelión de Chris permite ver en Jamie Bell un actor de garra, lo mismo que en Josh Lucas, tan cambiante y entrador como diabólico es su papel.
La música de Philip Glass merece un párrafo aparte, gracias a ese coro místico al que con tanto apego se suma y que tan fuera de tono queda en varias oportunidades
Narrada al estilo de algunos clásicos de los años '70, Legado de violencia explota la vena de las relaciones fraternas y entre padre e hijos cuando éstas tienen consecuencias violentas. Si Chris (Jamie Bell, de Billy Elliot y el nuevo King Kong) es de temperamento irascible, esperen a conocer al hermano de su papi. Deel (Josh Lucas, el malo de Hulk) acaba de salir de la cárcel y, vaya casualidad, su carácter se parece un poco al de su sobrino. El otro niño, Tim, con problemas de salud, es el que casi ha obligado a papá John a quedarse en la granja.
Agreste y dura de ver —la iluminación de la región, la aridez del paisaje rural en Georgia, la pausa del diálogo—, Legado de violencia confirma en David Gordon Green a un realizador de talento, aunque cambie de registro: lejos está en su temática de la mucho más poética All the Real Girls.
Es ésta una película de hombres, con una herencia de monedas de oro mexicanas entre medio y el amor de una mujer —cuándo no— dividiendo las aguas. La traición y el honor, el sentido del deber paterno y la fuerza de la sangre hacen eclosión en una historia fuerte. La rebelión de Chris permite ver en Jamie Bell un actor de garra, lo mismo que en Josh Lucas, tan cambiante y entrador como diabólico es su papel.
La música de Philip Glass merece un párrafo aparte, gracias a ese coro místico al que con tanto apego se suma y que tan fuera de tono queda en varias oportunidades