Sin dudas no va a ser la película más popular del festival ni tampoco ganará en los votos de la crítica, ya que no todo es uniforme en términos de gustos. Sin embargo, Juventud en marcha, del portugués Pedro Costa, quedará en la memoria como una de las mejores películas de esta competencia. La más rigurosa, desgarrada y dolorosa, es la hecha por un director con mayor cabal entendimiento de los materiales del cine. Una verdadera obra maestra.
Se trata de un filme exigente, de eso no hay dudas. Casi la mitad de la sala se vació en la función de prensa, pero los que quedaron aplaudieron rabiosamente. Es que una vez que se entra en el ritmo de planos largos, conversaciones anecdóticas y silencios angustiantes que propone Costa, los personajes cobran vida, invaden al espectador y la película —que dura 160 minutos— podría extenderse infinitamente.
Historias de inmigrantes caboverdianos en Portugal, Juventud sigue la exploración que Costa inició con Ossos y El cuarto de Vanda, que muestran a personajes de los barrios más pobres de Lisboa. Vanda reaparece aquí, ya alejada de las drogas, pero el protagonista es Ventura, que tal vez sea su padre, o no, como le sucede con varios otros personajes del filme con los que se encuentra.
Entre la ficción y el documental, registrando las experiencias de vida de inmigrantes que tratan de mejorar sus condiciones, Costa recorre un territorio único en el cine que se vio en esta competencia. El de un autor que tiene un mundo y una forma de narrar que le son propias e inconfundibles, y que merece ser reconocido por un festival que en esta edición no se caracterizó precisamente por eso.
En el caso de El cantante, la nueva película del local Xavier Gianolli, los protagonistas son Gerard Depardieu y Cecile de France. El eterno Gerard encarna a un cantante de bares, casamientos y fiestas que hace covers de Serge Gainsbourg, entre otros célebres 'chansonniers', y Cecile (Las muñecas rusas) encarna a una agente de bienes raíces de la que él se enamora y con la que entabla una relación que empieza como sexual pero luego se transforma en platónica (más por decisión de ella que por la de él, claro).
Se trata de una comedia dramática amable y muy tierna para con el mundo algo decadente en el que habita el cantante Alain Moreau. Y Depardieu está en su salsa, como un hombre que no se quiere perder una de las últimas oportunidades que le da la vida. Candidato obvio al premio al mejor actor.
Se trata de un filme exigente, de eso no hay dudas. Casi la mitad de la sala se vació en la función de prensa, pero los que quedaron aplaudieron rabiosamente. Es que una vez que se entra en el ritmo de planos largos, conversaciones anecdóticas y silencios angustiantes que propone Costa, los personajes cobran vida, invaden al espectador y la película —que dura 160 minutos— podría extenderse infinitamente.
Historias de inmigrantes caboverdianos en Portugal, Juventud sigue la exploración que Costa inició con Ossos y El cuarto de Vanda, que muestran a personajes de los barrios más pobres de Lisboa. Vanda reaparece aquí, ya alejada de las drogas, pero el protagonista es Ventura, que tal vez sea su padre, o no, como le sucede con varios otros personajes del filme con los que se encuentra.
Entre la ficción y el documental, registrando las experiencias de vida de inmigrantes que tratan de mejorar sus condiciones, Costa recorre un territorio único en el cine que se vio en esta competencia. El de un autor que tiene un mundo y una forma de narrar que le son propias e inconfundibles, y que merece ser reconocido por un festival que en esta edición no se caracterizó precisamente por eso.
En el caso de El cantante, la nueva película del local Xavier Gianolli, los protagonistas son Gerard Depardieu y Cecile de France. El eterno Gerard encarna a un cantante de bares, casamientos y fiestas que hace covers de Serge Gainsbourg, entre otros célebres 'chansonniers', y Cecile (Las muñecas rusas) encarna a una agente de bienes raíces de la que él se enamora y con la que entabla una relación que empieza como sexual pero luego se transforma en platónica (más por decisión de ella que por la de él, claro).
Se trata de una comedia dramática amable y muy tierna para con el mundo algo decadente en el que habita el cantante Alain Moreau. Y Depardieu está en su salsa, como un hombre que no se quiere perder una de las últimas oportunidades que le da la vida. Candidato obvio al premio al mejor actor.