
No hace falta más que googlear Gael García Bernal para toparse con las cosas más curiosas e impredecibles. Su vida personal, que tanta prensa no buscada le generó cuando estuvo en Buenos Aires filmando El pasado a las órdenes de Héctor Babenco, es un verdadero festival de rumores; sus declaraciones, fotos, historias y anécdotas aparecen en los idiomas más curiosos y de las procedencias más extrañas.
Es que, a los 28 años, Gael se ha transformado en un verdadero ícono global, la rara estrella que no viene de Hollywood, casi no hizo películas de la industria, es de origen latino y jamás protagonizó un gran éxito de taquilla.

En Cannes, donde la película se presentó en competencia oficial, Gael era la gran figura en la alfombra roja. Tras títulos como Amores perros, La mala educación y Diarios de motocicleta, los franceses lo adoran y las revistas le daban tanto espacio como el que recibían las estrellas de Hollywood.
Pese al furor mediático que existe a su alrededor, Gael es un cultor de la discreción. Bajo de estatura, carilindo, dado a vestirse con saco, anteojos y una corbata finita, el mexicano sigue impresionando como un tipo amable, sencillo, un fanático del fútbol con el que se puede conversar de cine, de política con la misma candidez y naturalidad con la que se lo ve en pantalla. Alguien que parece tener una relación ambigua y complicada con la fama y que no termina de entender la obsesión mediática por su vida personal.

En Babel, Gael encarna a Santiago, el sobrino de Amelia (Adriana Barraza) y el encargado de transportarla desde California a Tijuana para la boda de su hijo. Será también su responsabilidad llevar de regreso a los Estados Unidos a Amelia y a los hijos del matrimonio norteamericano que ella cuida y que llevó a través de la frontera porque no tenía con quien dejarlos.
"Amores perros fue la película que inició la renovación en el cine mexicano —cuenta Gael—. Y siempre hablamos con Alejandro acerca de volver a trabajar juntos. Y ésta era una gran oportunidad. Cada historia de Babel es como una película aparte. Y eso es lo bueno que tiene para mí".

Con películas como Amores perros y Y tu mamá también, de Alfonso Cuarón, Gael se transformó en la cara visible de ese movimiento. Pero no tardó en buscar nuevos rumbos. Sin embargo, en lugar de hacer películas en Hollywood —que se lo han ofrecido—, prefirió trabajar con Walter Salles en Diarios de motocicleta, con Almodóvar en La mala educación y en la aún inédita , La ciencia del sueño que rodó en Francia con Michel Gondry.
"No vi Volver", decía Gael a Clarín consultado por la última película del realizador manchego. Se sabe que el actor y el director no se llevaron muy bien en el rodaje de La mala educación, pero a diferencia de Almodóvar (que no tiene empacho en criticarlo), Gael prefiere ser discreto. "El crea su propio universo —dice—. Hace lo que quiere y cómo quiere. No quiere comprometer su punto de vista para nada, quiere ser libre, y es por eso que no va a filmar a los Estados Unidos."

Con la intención de ponerse a la altura de los realizadores con los que trabajó, el año pasado García Bernal dirigió su primera película. Se llama Déficit y a él le gusta definirla como "una película muy muy pequeña, de bajo presupuesto". Si se le piden más detalles, concederá en decir que "es un guión original" y no mucho más. El filme, que es posible que se presente en festivales este año, se centra en jóvenes mexicanos de clase alta que se enfrentan a los conflictos sociales que se viven en la capital de ese país.
Su intención, dice, es seguir trabajando en México y también en América latina. En breve filmará en su país, Rudo y cursi, de Carlos Cuarón, el primer largo del guionista de Y tu mamá... y hermano de Alfonso (allí se reunirá con Diego Luna). "Soy libre de hacer lo que quiero —explica—. Pero eso lo puedo hacer también quedándome en México. Si yo fuese un actor norteamericano sería más difícil, porque me encasillarían en algún tipo de papel. Eso no sucede en el resto del mundo".
"No puedo explicar porqué quiero seguir viviendo en mi país —dice—. Mi familia está allí, mis amigos también y me siento en contacto con el territorio. Pero tal vez, más que eso, sea la idea de que uno tiene una especie de obligación de tratar de mejorar el lugar en el que ha nacido"