
Ganadora de la estatuilla como mejor guionista por aquel trabajo y artífice decisiva de la transformación de Scarlett Johansson en la actriz más codiciada de su generación, la hija de Francis Ford Coppola utilizó todo el poder súbitamente adquirido para conseguir 40 millones de dólares y el control artístico absoluto que necesitaba para rodar María Antonieta, la reina adolescente , una transposición tan libre y ambiciosa como controvertida de la novela de Antonia Fraser, que aquí se estrenará pasado mañana.

Recibida tras su première mundial en el Festival de Cannes por una platea dividida entre ovaciones y abucheos, María Antonieta tuvo también críticas que la ubicaron muy cerca de la genialidad y otras que se dedicaron a cuestionar su acercamiento frívolo, naïf y superficial a una de las figuras más odiadas de la historia francesa, su arbitrariedad a la hora de apostar a los anacronismos (durante los bailes palaciegos se escucha a The Cure, New Order, Air, The Strokes o Siouxsie and the Banshees) o principalmente por su manera de presentar (y en muchos casos de omitir) la Revolución Francesa, que no pocos intelectuales galos leyeron como una reivindicación implícita de la monarquía, especialmente por el acento puesto en exponer toda la belleza y el lujo de la corte de Versalles.

Un retrato muy personal

El film, que recaudó 16 millones de dólares en los cines norteamericanos y poco más de la mitad en los franceses, narra las desventuras, los caprichos, las frustraciones, el paso de niña a mujer (la pareja tardó siete años en consumar el matrimonio, pese a la creciente presión de la Corte) de una heroína que guarda bastantes puntos en común con las protagonistas de los dos trabajos anteriores de Coppola.

-¿Por qué obvió el final del personaje?
-La primera versión del guión llegaba hasta su muerte. Pero como tenía sólo dos horas decidí concentrar la historia en sus años de Versalles, en sus enfrentamientos con los elementos más reaccionarios de la época de los Borbones. No es un documento histórico ni tampoco una metáfora con connotaciones políticas respecto de los tiempos actuales. Es una mirada personal, imaginaria, con licencias artísticas, pero documentada, sobre los sentimientos que en mí despertaron María Antonieta y aquellos tiempos. Para contar su paso por la cárcel, la Revolución Francesa o su final necesitaría hacer otra película.
-¿Cuándo y cómo surgió el interés por María Antonieta?
-Leí la novela y me cautivó. Me sorprendió que no se hubiese filmado nada sobre ella desde fines de los años 30 y sentí que allí había una película de las que a mí me gustan hacer: ingresar y perderse en un mundo desconocido, como el de la Francia del siglo XVIII. No quería hacer una típica biopic de época sino rodarla con mi estilo, mi mirada, mi estética. Mostrar la frescura de la gente joven.

-Agotadora, porque rodábamos sólo los lunes, que es el día que está cerrado al público. Estuvimos doce semanas allí y contamos con la colaboración del director del museo, que siempre se mostró muy entusiasmado con el proyecto. Pudimos acceder a sus habitaciones y a sus objetos personales. Eso nos permitió sumergirnos en la atmósfera de la época, y los climas son esenciales en mis películas. Eso no se hubiese conseguido haciendo una réplica en un set de filmación. Versalles se convirtió en un personaje más de la película.
-¿Su próximo proyecto seguirá esta línea?
-¡No! [se ríe]. Espero hacer algo en una escala mucho menor. Tengo varios proyectos en marcha, porque escribo todo el tiempo. María Antonieta no es el tipo de películas con el que me siento más cómoda, pero era una oportunidad increíble que no podía desaprovechar.