10 noviembre 2005

ENTREVISTA A RALPH FIENNES

Ralph Fiennes puede ser una estrella de cine como cualquier otra, pero no se mueve como cualquier otra estrella de cine. Hay algo en él —¿británico, acaso?— que parece rechazar la mirada ajena, como si pasar por alfombras rojas, hablar con periodistas, sacarse fotos ante decenas de paparazzi, le diera como vergüenza. Pudoroso y discreto, muy poco afectado y visiblemente tímido, el actor de La lista de Schindler y El paciente inglés no se siente nada cómodo con el "circo" festivalero y las exigencias promocionales que conllevan.

Pero el hombre que dentro de poco pasará a la fama como Lord Voldemort, el misterioso supervillano de la saga de Harry Potter, está en el Festival de Venecia para presentar El jardinero fiel, una película que, se nota, le produce orgullo y satisfacción. Por lo que hablar de ella no le resulta tan tortuoso como referirse a su vida privada o develar detalles del nuevo capítulo de la saga de J.K. Rowling.

Adaptada de la novela The Constant Gardener, del británico John Le Carre, y dirigida por el brasileño
Fernando Meirelles (Ciudad de Dios), la película combina —como la mayoría de los textos del autor de El sastre de Panamá y El espía que llegó del frío— una trama compleja y enrevesada dentro de un escenario políticamente candente. En este caso, los turbios manejos de las compañías farmacéuticas en Africa.

Pero, en manos de
Meirelles, y gracias a la actuación de Fiennes como un diplomático inglés que intenta averiguar qué le sucedió a su mujer (Rachel Weisz), una activista política que apareció muerta junto a un hombre en Kenia, la película es también un relato sobre un romance condenado, sobre la obsesión amorosa y el conflicto entre asumir los compromisos políticos o preservar la seguridad familiar.

"Haber estado filmando en Kenia me produjo sensaciones muy especiales —cuenta
Fiennes en su acostumbrado tono bajo—. Recuerdo la vitalidad de la gente, lo abiertos que eran con nosotros, con el equipo de filmación. Filmamos en las zonas más carenciadas, zonas que no tienen agua potable, tapadas por residuos y con pésimas condiciones sanitarias. Y pensábamos que era terrible vivir allí. Sin embargo, la gente se comportaba de modo muy amable."

Una de las escenas más duras de filmar, dice, fue una que tiene lugar en una maternidad. "La hicimos en una real y era terrible el lugar. Chicas de 13, 14 años llegando con sus bebés. Y la enfermera real, que es la que aparece en la película, se ocupaba de ayudar a cada una. Te encontrás con gente que tiene una enorme fortaleza y energía. Es algo que, en lugar de deprimirte, te da fuerzas."

¿Creés que la situación puede cambiar?

Me gustaría pensar que sí, que la gente se informe más y sepa sobre el tema, que investigue, que ayude. Tenemos que considerarnos a nosotros mismos como ciudadanos del mundo. Estamos todos más cerca de lo que creemos. El mundo es un lugar pequeño. De Londres estás a ocho horas de avión de Kenia, y sin embargo no nos preocupamos tanto por lo que pasa allí como por lo que pasa en Edimburgo, que está a ocho horas en coche.

En una decisión geográficamente curiosa, los productores pensaron que Meirelles era el cineasta apropiado para filmar esta historia. Y si bien se trata de una decisión eurocéntrica y algo absurda —el mismo Meirelles ha dicho que las favelas de Río y la sociedad brasileña tienen muy poco que ver con la keniana—, lo que el director sí logró fue sacarle a El jardinero fiel el tufillo de la clásica y acartonada película de espías británicos, gracias a su cámara móvil e inquieta, su fotografía saturada, su gusto por la improvisación y su decisión de centrar el foco en la historia de amor.

"Su forma de trabajar es muy espontánea —explica—. No arman ni plantan las escenas de una manera tradicional. Nosotros hacíamos la escena y la cámara de César (Char lone, el director de fotografía uruguayo que también hizo Ciudad de Dios) nos seguía, en lugar de ser al revés. Ellos improvisaban con la cámara y la luz, y nos permitían hacer lo mismo a nosotros."

"Uno de los grandes méritos de Fernando y del productor Simon Channing-Williams fue ir a filmar a Kenia —agrega—. Al principio fueron a Sudáfrica, porque la infraestructura allí es mejor, pero no tenía nada que ver con el lugar donde transcurre la historia. Es muy diferente. Y decidieron jugarse yendo a Kenia."

La experiencia de Fiennes en varios países de Africa lo ha dejado muy sensibilizado con la situación del continente, especialmente respecto a la epidemia de HIV. "He viajado mucho por Africa y creo que es un continente increíble —explica—. Tampoco hay que pensarlo como un enorme campo de refugiados. Hay clase media y una cultura vibrante y con muchas facetas diferentes."

Otra de las experiencias interesantes que le tocó vivir gracias a esta película, dice, fue conocer al mítico escritor/espía John Le Carré. "Hablamos mucho con él sobre Justin, mi personaje —cuenta—. Cómo se viste, cómo camina. Me dio muchos detalles. Si bien el personaje estaba muy bien descripto en el libro, pude ver otras cosas gracias a mis charlas con él."

Llama la atención, en la novela y en la película, es que dos personas tan distintas (un diplomático conservador y discreto, y una verborrágica activista de izquierda) formen ese lazo tan fuerte. Tienen personalidades totalmente opuestas…

No siempre pasa algo así, es cierto, pero yo siento que ella ve en él a una persona digna y generosa. Ella siente que él la va a apoyar siempre. Y él ve en ella una faceta que tiene reprimida…

Ralph ha actuado en muchas películas exitosas, pero no es de los tipos que suelen ser perseguidos por las calles por fans histéricos. Hay algo de reserva, de resguardo, en su personalidad (tanto delante como fuera de cámara) que, aún habiendo interpretado a héroes románticos en películas como El paciente inglés y El ocaso de un amor, hacen que se mantenga a prudente distancia del resto de los mortales.

"La fama es algo raro para mí porque la gente proyecta muchas cosas en uno que uno no es —explica—. Yo no soy el personaje de esta película. A veces es desconcertante, la gente tiene ideas de uno, acaso por un papel en un filme, y puede ser muy halagador y eso, pero tengo que explicarles que yo ya no soy el paciente inglés."

¿Te estás preparando ya para lo que va a pasar con Harry Potter?

Lo que más me preocupaba en esta película era hacer el personaje bien. Tengo que tener mucho cuidado, millones de personas tienen una idea muy específica de cómo debería ser Voldemort y no quiero decepcionarlos. Tiene una gran escena, en la que pude divertirme, y en la que pude hacer de malo-malo. Fue como una liberación.

Vienes de hacer la voz de otro villano, el de la película de "Wallace y Gromit". ¿Cómo fue eso?

Fantástico, muy absurdo. Tiene el típico humor británico, algo barroco, bastante loco. No vi toda la película pero me divertí mucho haciendo mi personaje. Me dejé llevar por una especie de tontería verbal. Fueron tres horas de grabación nada más, pero quedé exhausto.

Cuándo repasas tu carrera, ¿qué es lo primero que pensás? ¿Cómo ves el futuro?

Lo que uno trata es de hacer siempre las cosas un poco mejor que la última vez. Por eso uno sigue. Ese es el objetivo. Cuando vi esta película terminada, fue una experiencia muy emotiva. Fue como ver un diario de todo lo que estuvimos viviendo allí, todo lo que fuimos pensando. Algo muy fuerte