Es muy consciente de la reacción que provoca en muchos cada vez que habla de política, de la guerra, de sus deberes como madre o, por sobre todas las cosas, de su búsqueda espiritual a través de la Cábala. Sin embargo, insiste en abordar esos temas con tal frecuencia —tanto en entrevistas como en su música—, que los medios llegaron a considerar que Madonna es tan "sermoneadora" en la actualidad como "peligrosa" años antes.
"¿A qué se refieren con 'sermoneadora'? pregunta Madonna, en conversación con el periodista Jim Farber, de Knight Ridder Tribune, de Nueva York. "¿A tener una opinión?" "¡Soy culpable!", anuncia entonces con orgullo.
Mientras Madonna habla en su habitación de hotel de Manhattan, es evidente que no está dispuesta a volver a interpretar a la chica fiestera de antaño. Podrá estar aquí para promocionar su nuevo álbum, Confessions on a Dance Floor, que la devuelve a la exuberancia de éxitos anteriores como Holiday, pero dice que los motivos por los que grabó el disco no fueron sólo las ganas de volver a hacer música divertida, ni siquiera la intención de dar nuevo impulso a su vacilante carrera discográfica.
Por lo que parece, quería ayudar a la humanidad.
"Es un viejo cliché", explica. "Cuando el mundo nos deprime, necesitamos que nos levanten el ánimo. Dada la situación del mundo, la gente necesita inspiración y felicidad."
No es la única ocasión en el curso de la entrevista en que Madonna brinda una elevada teoría sociopolítica para algo que muchos podrían considerar un simple tema musical. A la pregunta de por qué su disco anterior, American Life, fue el primer fracaso de ventas de su carrera (apenas si llegó al oro), ella no cree que se deba a ningún déficit musical. En lugar de ello, afirma que la fría recepción se debió a que "yo criticaba a los Estados Unidos. Acababa de comenzar la guerra en Irak y yo criticaba la decisión de George Bush. La gente decía: 'No apoyás a las tropas. No te importa.' Eso es mentira. Me importa, y mucho. Por eso no quería que pasara. Dije lo que dije en un momento poco oportuno."
En aquel momento, la cantante tomó una decisión muy poco madonnesca y retiró el polémico video de American Life, en el que se comparaba a Bush con Saddam Hussein. Ahora afirma que la única razón por la que lo sacó de circulación fue que "estaba preocupada por mis hijos. No quería que la gente les lanzara piedras camino a la escuela."
La reclusión de Madonna no duró mucho. Volvió a abordar temas políticos en su nuevo documental, I'm Going to Tell You a Secret, que se emitió la semana pasada en MTV y VH1. Si bien la película cubre algunos de los momentos más animados de la gira de Re-Invention, de 2004, Madonna también pontifica sobre la importancia de "oponerse al sistema" y de ser "responsables del mundo que nos rodea". Y llega a reprocharle a su maquillador que no esté empadronado para votar.
En un primer momento, la idea era que el documental Secret se estrenara en cines. Si bien Madonna lo presentó en el festival de cine de Cannes, dice que la desalentó el hecho de que "a menos que se trate de Steven Spielberg, las distribuidoras se quedan con los derechos para DVD. Cuando le vendí Truth or Dare (su documental de 1991) a Miramax, gané muy poco. Para usar una parte mínima del documental en mi nueva película, tuve que pagarles siete mil dólares", se queja.
El nuevo documental supone un gran contraste con el anterior. En Truth or Dare, Madonna aparece como una fiestera provocadora y frívola. Ahora dice cosas como: "A veces se sobrestima la diversión".
Si en Truth... aparecía como una extravagante Lady Madonna, en Secret se revela como una combinación de Joan Baez y de una suerte de Madre Teresa que canta y baila.
Los medios se hicieron un festín con la transformación. Hablar del contraste entre la insolencia de la Madonna joven y la severidad de la autora de libros infantiles se convirtió en un cliché.
Madonna, que tiene cuarenta y siete años, no cree que haya ninguna contradicción. "Sin dudas, mis gustos y prioridades cambiaron —dice —. Pero sigo preguntando '¿Por qué?' El hecho de que sea madre no significa que no siga siendo rebelde, que no desafíe las convenciones y al sistema. Nunca pensé como un robot, y no quiero que mis hijos lo hagan. Creo que los padres deberían cuestionar permanentemente a la sociedad".
Algunos críticos, sin embargo, afirman que Madonna adopta una actitud reaccionaria, o hasta conservadora, cuando se niega a permitir que sus hijos (Lourdes y Rocco, de nueve y cinco años respectivamente) vean televisión.
"No es algo conservador", contesta. "De hecho, no ver televisión es muy punk-rock", cree.
Como reacción, la cantante dedica cada vez más tiempo a la exploración de la vida interior a través de su fe. El cambio inspiró más hostilidad que nunca hacia ella. "Sería menos polémica si me incorporara al Partido Nazi", dice Madonna cuando se refiere a la Cábala.
"¿Por qué estudiás la Torá si no sos judía?" cuenta que le preguntan. O "¿Cómo se puede rezarle a Dios y al mismo tiempo usar ropa atrevida? No lo entendemos." Eso asusta a la gente —declara la diva—, de modo que trata de denigrarlo o trivializarlo".
"Me resulta muy extraño que sea algo tan inquietante para tanta gente", agrega. "No le hago daño a nadie".
En ese sentido, se identifica con Tom Cruise, que también es blanco de críticas por ser miembro de la Cienciología. "Si eso lo hace feliz, a mí no me importa si le reza a tortugas", dice Madonna. "Y no veo por qué debería importarle a nadie."
La acusación de que su participación en la Cábala la convierte en integrante de un culto le produce indignación. "Todos formamos parte de un culto", afirma Madonna. "En este culto no se nos alienta a hacer preguntas. Y si las hacemos, no recibimos respuestas directas. El mundo venera la fama. Es una gran ironía".
Sin dudas, Madonna debe saber unas cuantas cosas respecto de ese culto en particular. La diferencia, dice, es que "yo espero utilizar (la fama) para contribuir a mejorar las cosas, para ayudar a la gente a recuperar la sensatez".
Uno de los temas del nuevo disco, Isaac, que utiliza motivos musicales judíos, irritó a algunos rabinos cabalísticos. Afirman que el tema se refiere a Isaac Luria, un místico judío del siglo XVI. "La ley judía prohíbe el uso del nombre del rabino sagrado con fines de lucro", declara el rabino Rafael Cohen, que dirige un seminario que lleva el nombre de Luria.
Madonna insiste en que el tema no es sobre Luria, sino sobre Isaac Sinwani, que canta: "Dicen que cometí una blasfemia, pero el tema no tiene nada que ver con eso", señala. "¿Por qué hablan sobre los temas? ¿Acaso no tienen sinagogas para orar?"
El disco puede provocar algunas críticas más por otro de los temas, I Love New York, en el que Madonna celebra la ciudad y canta: "Los Angeles es para los que duermen /En cuanto a Londres y París, te las podés quedar". "Es la sensación de estar enamorada de Nueva York", explica Madonna. "Siempre tendré un cariño especial por este lugar, porque fue aquí donde aprendí a sobrevivir, donde me encontré a mí misma. En serio. Me encantan Londres y París, pero no en ese tema".
Madonna hace hincapié en el rechazo a la fama en el tema Let It Will Be. En un momento, canta que en los primeros tiempos de su carrera hizo cualquier cosa para ser famosa. Al siguiente, rechaza la cultura de la fama. "Es una pregunta que les planteo a todos: ¿Hasta dónde están dispuestos a llegar?" cuestiona.
En lo que respecta a la actuación, Madonna siente que ya hizo lo que quería. A los que la vieron en películas como El cuerpo del delito y Swept Away les interesará saber que Madonna ya no quiere actuar en películas. "Quiero dirigir", anuncia. Eso, por supuesto, puede provocar escalofríos a los muchos enemigos de Madonna. La cantante admite que los tiene, por lo que cierra el álbum con la contagiosa canción Les guste o no les guste.
El tema es un ejemplo del estilo desafiante de Madonna, una actitud que parece imponerse a todas las contradicciones de su carrera. Si bien Madonna puede presentar un nuevo tema como How High, en el que se pregunta si debe seguir con su trabajo, al final se hace evidente que no es una pregun ta que se tome muy en serio. "No pienso en abandonar todo —dice riéndose—. "No me voy a ir a ningún lado".
Traducción de Joaquín Ibarburu
"¿A qué se refieren con 'sermoneadora'? pregunta Madonna, en conversación con el periodista Jim Farber, de Knight Ridder Tribune, de Nueva York. "¿A tener una opinión?" "¡Soy culpable!", anuncia entonces con orgullo.
Mientras Madonna habla en su habitación de hotel de Manhattan, es evidente que no está dispuesta a volver a interpretar a la chica fiestera de antaño. Podrá estar aquí para promocionar su nuevo álbum, Confessions on a Dance Floor, que la devuelve a la exuberancia de éxitos anteriores como Holiday, pero dice que los motivos por los que grabó el disco no fueron sólo las ganas de volver a hacer música divertida, ni siquiera la intención de dar nuevo impulso a su vacilante carrera discográfica.
Por lo que parece, quería ayudar a la humanidad.
"Es un viejo cliché", explica. "Cuando el mundo nos deprime, necesitamos que nos levanten el ánimo. Dada la situación del mundo, la gente necesita inspiración y felicidad."
No es la única ocasión en el curso de la entrevista en que Madonna brinda una elevada teoría sociopolítica para algo que muchos podrían considerar un simple tema musical. A la pregunta de por qué su disco anterior, American Life, fue el primer fracaso de ventas de su carrera (apenas si llegó al oro), ella no cree que se deba a ningún déficit musical. En lugar de ello, afirma que la fría recepción se debió a que "yo criticaba a los Estados Unidos. Acababa de comenzar la guerra en Irak y yo criticaba la decisión de George Bush. La gente decía: 'No apoyás a las tropas. No te importa.' Eso es mentira. Me importa, y mucho. Por eso no quería que pasara. Dije lo que dije en un momento poco oportuno."
En aquel momento, la cantante tomó una decisión muy poco madonnesca y retiró el polémico video de American Life, en el que se comparaba a Bush con Saddam Hussein. Ahora afirma que la única razón por la que lo sacó de circulación fue que "estaba preocupada por mis hijos. No quería que la gente les lanzara piedras camino a la escuela."
La reclusión de Madonna no duró mucho. Volvió a abordar temas políticos en su nuevo documental, I'm Going to Tell You a Secret, que se emitió la semana pasada en MTV y VH1. Si bien la película cubre algunos de los momentos más animados de la gira de Re-Invention, de 2004, Madonna también pontifica sobre la importancia de "oponerse al sistema" y de ser "responsables del mundo que nos rodea". Y llega a reprocharle a su maquillador que no esté empadronado para votar.
En un primer momento, la idea era que el documental Secret se estrenara en cines. Si bien Madonna lo presentó en el festival de cine de Cannes, dice que la desalentó el hecho de que "a menos que se trate de Steven Spielberg, las distribuidoras se quedan con los derechos para DVD. Cuando le vendí Truth or Dare (su documental de 1991) a Miramax, gané muy poco. Para usar una parte mínima del documental en mi nueva película, tuve que pagarles siete mil dólares", se queja.
El nuevo documental supone un gran contraste con el anterior. En Truth or Dare, Madonna aparece como una fiestera provocadora y frívola. Ahora dice cosas como: "A veces se sobrestima la diversión".
Si en Truth... aparecía como una extravagante Lady Madonna, en Secret se revela como una combinación de Joan Baez y de una suerte de Madre Teresa que canta y baila.
Los medios se hicieron un festín con la transformación. Hablar del contraste entre la insolencia de la Madonna joven y la severidad de la autora de libros infantiles se convirtió en un cliché.
Madonna, que tiene cuarenta y siete años, no cree que haya ninguna contradicción. "Sin dudas, mis gustos y prioridades cambiaron —dice —. Pero sigo preguntando '¿Por qué?' El hecho de que sea madre no significa que no siga siendo rebelde, que no desafíe las convenciones y al sistema. Nunca pensé como un robot, y no quiero que mis hijos lo hagan. Creo que los padres deberían cuestionar permanentemente a la sociedad".
Algunos críticos, sin embargo, afirman que Madonna adopta una actitud reaccionaria, o hasta conservadora, cuando se niega a permitir que sus hijos (Lourdes y Rocco, de nueve y cinco años respectivamente) vean televisión.
"No es algo conservador", contesta. "De hecho, no ver televisión es muy punk-rock", cree.
Como reacción, la cantante dedica cada vez más tiempo a la exploración de la vida interior a través de su fe. El cambio inspiró más hostilidad que nunca hacia ella. "Sería menos polémica si me incorporara al Partido Nazi", dice Madonna cuando se refiere a la Cábala.
"¿Por qué estudiás la Torá si no sos judía?" cuenta que le preguntan. O "¿Cómo se puede rezarle a Dios y al mismo tiempo usar ropa atrevida? No lo entendemos." Eso asusta a la gente —declara la diva—, de modo que trata de denigrarlo o trivializarlo".
"Me resulta muy extraño que sea algo tan inquietante para tanta gente", agrega. "No le hago daño a nadie".
En ese sentido, se identifica con Tom Cruise, que también es blanco de críticas por ser miembro de la Cienciología. "Si eso lo hace feliz, a mí no me importa si le reza a tortugas", dice Madonna. "Y no veo por qué debería importarle a nadie."
La acusación de que su participación en la Cábala la convierte en integrante de un culto le produce indignación. "Todos formamos parte de un culto", afirma Madonna. "En este culto no se nos alienta a hacer preguntas. Y si las hacemos, no recibimos respuestas directas. El mundo venera la fama. Es una gran ironía".
Sin dudas, Madonna debe saber unas cuantas cosas respecto de ese culto en particular. La diferencia, dice, es que "yo espero utilizar (la fama) para contribuir a mejorar las cosas, para ayudar a la gente a recuperar la sensatez".
Uno de los temas del nuevo disco, Isaac, que utiliza motivos musicales judíos, irritó a algunos rabinos cabalísticos. Afirman que el tema se refiere a Isaac Luria, un místico judío del siglo XVI. "La ley judía prohíbe el uso del nombre del rabino sagrado con fines de lucro", declara el rabino Rafael Cohen, que dirige un seminario que lleva el nombre de Luria.
Madonna insiste en que el tema no es sobre Luria, sino sobre Isaac Sinwani, que canta: "Dicen que cometí una blasfemia, pero el tema no tiene nada que ver con eso", señala. "¿Por qué hablan sobre los temas? ¿Acaso no tienen sinagogas para orar?"
El disco puede provocar algunas críticas más por otro de los temas, I Love New York, en el que Madonna celebra la ciudad y canta: "Los Angeles es para los que duermen /En cuanto a Londres y París, te las podés quedar". "Es la sensación de estar enamorada de Nueva York", explica Madonna. "Siempre tendré un cariño especial por este lugar, porque fue aquí donde aprendí a sobrevivir, donde me encontré a mí misma. En serio. Me encantan Londres y París, pero no en ese tema".
Madonna hace hincapié en el rechazo a la fama en el tema Let It Will Be. En un momento, canta que en los primeros tiempos de su carrera hizo cualquier cosa para ser famosa. Al siguiente, rechaza la cultura de la fama. "Es una pregunta que les planteo a todos: ¿Hasta dónde están dispuestos a llegar?" cuestiona.
En lo que respecta a la actuación, Madonna siente que ya hizo lo que quería. A los que la vieron en películas como El cuerpo del delito y Swept Away les interesará saber que Madonna ya no quiere actuar en películas. "Quiero dirigir", anuncia. Eso, por supuesto, puede provocar escalofríos a los muchos enemigos de Madonna. La cantante admite que los tiene, por lo que cierra el álbum con la contagiosa canción Les guste o no les guste.
El tema es un ejemplo del estilo desafiante de Madonna, una actitud que parece imponerse a todas las contradicciones de su carrera. Si bien Madonna puede presentar un nuevo tema como How High, en el que se pregunta si debe seguir con su trabajo, al final se hace evidente que no es una pregun ta que se tome muy en serio. "No pienso en abandonar todo —dice riéndose—. "No me voy a ir a ningún lado".
Traducción de Joaquín Ibarburu