
En el último episodio de la segunda temporada (que emitió Fox el martes), la historia dio un giro inesperado que colocó en el centro de la escena al colmo de la cirugía plástica, lo que justifica que sus devotos la consideren un arte más que una rama de la medicina: la práctica de "reasignación" sexual. El cachetazo para los espectadores habrá sido, seguramente, descubrir que la más bella, la más sexy de esta historia, esa mujer fatal, inquietante, casi un exabrupto de "lo femenino", Ava (Famke Janssen), es (fue) un hombre. Lo que explicaría sólo en parte todo lo que ya se sabía de ella: su extraordinaria capacidad de manipulación, la perversión que le permitió seducir a su hijo adolescente, y también su debilidad, su incapacidad para relacionarse con sus pares por miedo a ser descubierta.
El capítulo arrancó con la participación especial de la popular chimentera estadounidense Joan Rivers, que llegó a la clínica de los doctores Troy/McNamara con un desopilante pedido: que "deshagan" las cirugías a las que se sometió a lo largo de su vida, para devolverle la imagen de la dulce viejecita que sería si nunca hubiera pasado por el bisturí. No es una tarea fácil, y los doctores encontrarán, claro, un eficaz modo de persuadirla.
Mientras tanto, Matt (John Hensley) y Ava planean escaparse juntos a París. Christian (Julian McMahon) se entera, y amenaza a Ava con matarla si no sale de la vida de su hijo. Ava lo provoca, y cuando Christian accede a tener sexo con ella, descubre su secreto: es un transexual, un hombre convertido en mujer.

Lo único que desea Ava es dejar atrás esa historia vergonzante, y es Julia, entonces, quien la convence, prometiéndole preservar su secreto a cambio de que desaparezca. Antes, Ava pone una condición: que la operen una vez más, para que ningún hombre pueda volver a desenmascararla.
Paralelamente, Sean sigue perturbado por la presencia del "escultor" (the carver), el criminal que somete y desfigura a sus pacientes. Y le tiende una trampa en su propia casa, con la complicidad de la policía. Ya operada, Ava cumple con el pacto: abandona a Matt y se dispone a irse sola a París, pero cuando está por partir aparece su torturado hijo (que se había fugado). Esa será su última condena: el chico, arruinado por una madre (encima de todo) incestuosa, se suicida en sus brazos.
En la última escena, después de una cena que vuelve a reunir a toda la disfuncional familia, Sean aguarda aterrado un nuevo ataque del "escultor". Pero, esta vez, la víctima será Christian.
Divertida, sorprendente, poética, conmovedoramente moral y política (aunque no correcta), los que se la hayan perdido aún están a tiempo: el sábado a la medianoche (0.30) y el lunes a las 22 repite el último episodio. Y Fox emitirá de nuevo la segunda temporada desde la semana próxima, los martes a las 22