Igual que sucedía con Interiores o La otra mujer, resulta difícil reconocer detrás de cámaras la mano de Woody Allen. Quien, después de todo, proviene de los monólogos en night clubs y a través de sus primeras películas y aún después supo crear situaciones y parlamentos divertidos y delirantes en torno al judaísmo, la religión, los amores encontrados y cuanto Dios puso sobre la Tierra. Pero inclusive en aquéllos no era difícil detectar el costado melancólico, la mirada de soslayo.
Estas características afloran con inmenso vigor en Match Point, un drama sombrío y algo cínico, desesperanzado y astuto, perfecto en su estructura narrativa, clásica y de un ritmo creciente y medido hasta el final fotograma. También, dicho sea de paso, una verdadera lección de cine.El personaje central de esta obra filmada en Inglaterra es Chris Wilson, jugado fina y sobriamente por Jonathan Rhys-Meyers.
Chris, instructor de tenis, utiliza dicho oficio para lograr sus fines de ascender en la escala social, mostrándose con la máscara de un joven humilde y sensible. El disfraz encierra a un despiadado que no se detendrá ante nada.
Así, se gana la simpatía del rico Tom Hewitt y a través de él conoce a su hermana Chloe (la bonita Emily Mortimer), a quien seduce casi sin proponérselo. Y como es un virtuoso (de la maniobra y el cálculo) ingresa en la familia de la muchacha que lo acepta y protege y termina casándose con Chloe.
Lo que parece el triunfo sólo lo es parcialmente, porque por el camino se le cruza la bellísima (y vaya si lo es Scarlett Johansson) Nola. Una americana aspirante a actriz con más rostro y silueta que talento. El adulterio está a la vuelta de la esquina, pero también los peligros del escándalo, de perder un departamento increíble, automóvil con chofer, lujos diversos y un empleo remunerado principescamente como ejecutivo en ascenso.
La picardía descenderá en la sordidez y en nuevos engaños y en otras bifurcaciones que no deben develarse. Pero que inyectan a este deslumbrante estudio de costumbres con facetas de novela negra. Y en la hipótesis del autor Allen, sobre lo inestable de la vida misma y cuanto tienen que ver, en el último análisis, eso que algunos llaman suerte y otros destino.
Aprovechando un elenco impecable con especial lucimiento para Rhys-Meyers y Johansson, además del escenario londinense, Match Point es una rareza por la banda de sonido. Donde las habituales predilecciones de la música pop de otrora que también distinguen a Woody, han sido reemplazadas por arias de óperas inolvidables.
Que —piruetas de virtuoso— son como comentarios sobre los celos, traiciones y sorpresas que jalonan a esta producción rebosante de sabiduría e indudablemente insoslayable
Lo que parece el triunfo sólo lo es parcialmente, porque por el camino se le cruza la bellísima (y vaya si lo es Scarlett Johansson) Nola. Una americana aspirante a actriz con más rostro y silueta que talento. El adulterio está a la vuelta de la esquina, pero también los peligros del escándalo, de perder un departamento increíble, automóvil con chofer, lujos diversos y un empleo remunerado principescamente como ejecutivo en ascenso.
La picardía descenderá en la sordidez y en nuevos engaños y en otras bifurcaciones que no deben develarse. Pero que inyectan a este deslumbrante estudio de costumbres con facetas de novela negra. Y en la hipótesis del autor Allen, sobre lo inestable de la vida misma y cuanto tienen que ver, en el último análisis, eso que algunos llaman suerte y otros destino.
Aprovechando un elenco impecable con especial lucimiento para Rhys-Meyers y Johansson, además del escenario londinense, Match Point es una rareza por la banda de sonido. Donde las habituales predilecciones de la música pop de otrora que también distinguen a Woody, han sido reemplazadas por arias de óperas inolvidables.
Que —piruetas de virtuoso— son como comentarios sobre los celos, traiciones y sorpresas que jalonan a esta producción rebosante de sabiduría e indudablemente insoslayable