23 marzo 2006

Hostel


Tarantino presenta. Ok. Tarantino aconseja. Bien también. Tarantino es amigo del director. Felicitaciones. Pero Tarantino no filma Hostel. Y ahí empiezan los problemas. La filma Eli Roth, un treintañero que ha mamado cine de terror desde la cuna, que le gusta juntarse con el director de Perros de la calle a ver películas gore de los años '60 y asegura haberle mostrado por primera vez películas de Park Chan-wook (no olvidar que fue Quentin el que le dio al coreano el Premio del Jurado en Cannes a OldBoy, de Park). Pero Roth, bueno, Roth no es Tarantino, por más que se junten a tomar tragos por las noches y discutan sobre actores secundarios de las películas de los Shaw Brothers. No es que se trate de un mal cineasta, pero le falta el vuelo suficiente para transformar una película de género en algo... especial.

La historia que cuenta Hostel se divide claramente en dos mitades. En la primera, dos amigos norteamericanos y uno islandés intentan pasarse la gran vida como mochileros por Europa, parando en Amsterdam, con sus prostitutas en la vereda y su consumo libre de drogas, y buscando más y más acción. Un joven que los ve varados les hace una oferta (una recomendación, digamos), que los muchachos no podrán rechazar. Hay, les dice, un hostel en Eslovaquia donde están las mejores mujeres y donde podrán disfrutar al máximo.

Tras encontrar el pueblito en medio de la nada, los chicos descubren que la promesa era cierta. Las chicas son bellísimas y accesibles, y el trío está en el mejor de los mundos. Pero luego empiezan a pasar cosas extrañas. El amigo islandés desaparece sin dejar rastros. Y los otros dos, buscándolo, descubren una red mafiosa que, bueno, hace cosas horribles con la gente.

Pero habrá que ver Hostel para descubrir qué es. Lo que se puede contar es que la mano viene sangrienta, muy sangrienta, con amputaciones, disparos, torturas y demás. Y que es menos original de lo que pretende ser, en una época donde muy poco público puede asombrarse por cosas como las que se muestran aquí. Sí, son "realistas", como dice Roth. Como ver víctimas en un accidente de tránsito.