16 setiembre 2007

El sueño de Woody Allen

Bajito, encorvado, con esos lentes de marco negro y vidrios relucientes que suele llevar y acomodarse con el dedo del medio, Woody Allen se sienta ante la prensa internacional en la sala de conferencias del Festival de Toronto y mira para todos lados. No es que esté perdido, ni siquiera incómodo. Es su forma de moverse ante lo desconocido.

Allen no es muy amigo de estos contactos multitudinarios, pero por suerte para él no está solo. Lo acompañan Colin Farrell y Ewan McGregor, que encarnan a los hermanos de Cassandra's Dream, su nueva película que tuvo su premiére norteamericana aquí. Con ella, el director de Dos extraños amantes vuelve al thriller al estilo de Match Point, ya que los hermanos están necesitando una ayuda financiera y es su tío (Tom Wilkinson, el personaje "que habla" como Woody en el filme) quien les daría una mano... si primero le hacen un favor personal: asesinar a un hombre que podría testificar contra él.

Cuando se le preguntó por el proceso y el estilo de rodaje, en el que siempre trata de hacer sólo pocas tomas para asegurarse de que termina el día de trabajo a horario, Allen con sencillez replicó que es porque él es "impaciente y un poquito vago".

"Se van a reír de esto, pero yo no soy lo que se dice un realizador dedicado -dijo-. Otra gente es más fastidiosa, pero esto, el hacer cine, no es todo en mi vida. Yo no tengo paciencia, soy vago, quiero filmar, luego irme a casa y ocuparme de otras cosas. Podría hacer un mejor trabajo si fuera más consciente, pero no soy un perfeccionista, y sólo me metí en la industria por varias razones, como conocer mujeres. Así que no quiero trabajar hasta tarde, no quiero perderme mi partido de básquet, y no me paso reflexionando sobre mis películas. Me preocupo por otras cosas, porque hay muchas cosas más dolorosas en la vida que un filme."

"Creo que en total hice tantas tomas para esta película como las que hice para una sola escena de Miami Vice", recordó Farrell.

La vida diaria de Allen consiste entonces en escribir o filmar, y pasar el mayor tiempo disponible con amigos o su familia. Nada del otro mundo. "No ha cambiado nada en Nueva York luego del 11 de setiembre -respondió cuando el atentado acababa de cumplir un nuevo aniversario-. Vas a restaurantes y siguen llenos. No digo que no haya cambiado la foto, la imagen del mundo entero, pero en Nueva York la gente sigue estando en los parques, llena los restaurantes, sale de compras. No hay una sensación de temor."

McGregor interviene, y comenta que Allen "llega al set y lo primero que hace es coreografiar la escena, por dónde quiere que caminemos y esas cosas. Había escuchado muchas cosas acerca de Woody antes de conocerlo -dijo, ante la mirada del director-. Un montón de historias sobre cómo es él, que nunca te habla, que no te llama por tu nombre, que jamás dice 'buenos días', que nunca te dirige y que nunca tiene nada que ver con vos." Y, aunque admitió que a Allen le tomó unos días llamarlo por su nombre de pila, el escocés dio por desterradas todas esas aseveraciones.

"Me gusta en verdad la película, y porque es un filme de Woody Allen me parece que eso lo hace muy especial. También creo que es una gran película cuando ves la estructura, la historia y los elementos que se conjugan en ella", amplió pero no mucho, por cierto, al caer en generalidades.

Sobre el humor de Allen, dijo que, por la consabida melancolía del director de Interiores, a veces, puede pasar inadvertido. "Creo que es realmente cómico, pero con Woody nunca sabés, no podés estar seguro de si eso es una línea cómica, divertida, o si es realmente cómo se siente."

Farrell se refirió con elocuencia acerca de "la naturaleza orgánica, kinética" de Allen. "Woody da mucho espacio, mucha liberación, para trabajar. Es muy indulgente."

Allen acompañó el comentario insistiendo en que difícilmente sea él mismo quien sepa si una película va o no a tener éxito. "Yo trato de escribir mis guiones de una manera que no sea ofensivo a los oídos -dijo simpáticamente-, pero yo dejo a los actores que tomen control de sus personajes y sus características porque, al fin y al cabo, ellos los conocen más íntimamente que yo."

El neoyorquino acaba de finalizar de rodar una nueva película en Barcelona, España, con Scarlett Johansson, Javier Bardem, Penélope Cruz y Rebecca Hall. El título tentativo es Medianoche en Barcelona y, hasta lo que se sabe, porque Allen no quiso hablar de la historia, la trama tiene a un pintor español (Bardem) que se enamora de dos turistas norteamericanas, pero todo se complica por los celos de su novia española. "Podría haberla filmado en otro lado del mundo -dijo-, pero encuentro ahora en Europa la financiación que antes tenía en Nueva York. Nunca tuve la menor idea de cuál de mis películas podía andar bien en taquilla. Trato de hacer lo mejor que puedo, y espero que a la gente le guste. No se puede prever, ni predecir. Soy la peor persona para que le pregunten eso."

¿Hay algún lugar en Latinoamérica que lo inspire? "Nunca estuve allí, visitar Brasil y la Argentina sería interesante. Estoy seguro de que muchas historias pueden encontrarse en esos países. Pero antes de filmar en España estuve muchas veces en Madrid y Barcelona, y las encontré. Escuché cosas maravillosa de gente que estuvo en la Argentina y Brasil. Si hay una posibilidad, lo haría. Absolutamente."

El director, que en diciembre cumplirá 72 años, hizo aquí un elogio de su autonomía creativa. "Tengo absoluta libertad, el único culpable si algo me sale mal soy yo, no puedo culpar a nadie, no tengo excusas. Al manejarme con pequeños presupuestos, nadie me está mirando por encima del hombro, ni pregunta cómo va a ser el filme, quién va a estar, aunque tampoco es que me dan una bolsa con plata al salir del banco. Así es como es, porque en Europa no hay un sistema de estudios, si podés financiarte así, no te hacen sugerencias. Así trabajé toda mi vida. Por otra parte, en Hollywood están todas esas películas para tontos adolescentes que cuestan arriba de 50 millones de dólares, y yo tengo que sudar todo el tiempo para obtener un presupuesto de quince millones", se quejó.

No todo es cine en el horizonte artístico de Woody. Su amigo, el tenor Plácido Domingo, director de la Opera de Los Angeles, le ofreció un trabajo. "Me pidió que montara un ópera allí. Como ustedes saben, nunca puse un pie en Los Angeles para trabajar, me gusta dirigir películas, pero hacer algo en escena es otro tipo de trabajo. Plácido fue tan encantador que me preguntó si podría darle una mano, y arreglamos que sería una ópera de sólo una hora." Montará Gianni Schicchi, de Giacomo Puccini, que forma parte del trío Il Trittico. "Si puedo hacer una contribución, cuando termine mi película correré hasta Los Angeles y me pondré a su disposición." De hecho, el estreno ya está previsto para 6 de setiembre de 2008... "No me lo imagino en esmóquin a Allen", comentó Farrell, y todos rieron.

Para el final, Allen dejó una reflexión sobre sí mismo y su cine. "Nunca vuelvo a ver mis películas. En 1969 hice Robó, huyó y lo pescaron y nunca más la vi. Es sencillo: lo malo no puedo cambiarlo, y para ver lo mal que está tal escena..."