Cuando ya queda poco por ver, el jurado Michele Placido puede estar tranquilo: ya no deberá devorarse las enormes galletitas de agua con las que llegaba a las funciones del mediodía. Hoy se reunirá con el Jurado y decidirán los premios, que se entregan mañana. Y lo harán alrededor de una mesa bien servida.
La discusión será álgida (¿The Queen, de Stephen Frears, o No quiero dormir solo, de Tsai Ming Liang? ¿Lo nuevo de Alain Resnais o Bobby, de Emilio Estévez?) Habrá que ser valiente.
Para valiente, aquí está Kenneth Branagh, que no le teme a nada. Ya adaptó a Shakespeare, se atrevió con Mary Shelley con un Frankenstein de terror, y ahora dirigió La flauta mágica, la ópera de Mozart, ambientándola en la Primera Guerra Mundial.
"No estoy familiarizado con esta ópera, ni con ninguna otra —se sinceró—. Vi muchos filmes y puestas y estaban lejos de lo que yo intentaba hacer. Me eduqué bien en el tema, Stephen Fry adaptó el libreto y tratamos, al ser en inglés, de no ser tan estrictos, de que las letras sirvieran bien a la hora de ser cantadas".
Decir esto en una tierra donde la lírica es sagrada puede sonar herético. Branagh sostuvo su posición hasta cuando le preguntaron por qué trasladó la historia a la Primera Guerra Mundial. "La música es tan grande, en toda su escala, que necesitaba reconciliarla con hechos, trazar un paralelismo con los paisajes y lo épico y el sentimiento profundo de lo que significa la paz", esbozó. El hombre que dirigió Enrique V y Hamlet fue sincero: "Quería sorprender al público".
Al menos contrató a cantantes de ópera (como Lyubov Petrova) y el resultado es, por momentos, admirable.
También fuera de concurso se vio la última representante hollywoodense aquí. Y Meryl Streep, asidua visitante, se ganó el corazón de los italianos. En El diablo viste a la moda interpreta a la tiránica editora de una revista de modas, donde pasa a trabajar como su segunda secretaria el personaje de Anne Hathaway, una periodista sin ningún conocimiento de moda. El filme, que fue un gran éxito en los EE.UU. con U$ 120 millones de recaudación.
Esta noche es la fiesta de Gucci, en el Palazzo Grassi. Los barcos partirán con los invitados, cruzarán desde el Lido hacia Venecia, donde la creme de la creme pasa el poco tiempo libre que queda entre película y película. ¿Irá Streep, o la moda fue acaso para ella solo un pasatiempo...?
La discusión será álgida (¿The Queen, de Stephen Frears, o No quiero dormir solo, de Tsai Ming Liang? ¿Lo nuevo de Alain Resnais o Bobby, de Emilio Estévez?) Habrá que ser valiente.
Para valiente, aquí está Kenneth Branagh, que no le teme a nada. Ya adaptó a Shakespeare, se atrevió con Mary Shelley con un Frankenstein de terror, y ahora dirigió La flauta mágica, la ópera de Mozart, ambientándola en la Primera Guerra Mundial.
"No estoy familiarizado con esta ópera, ni con ninguna otra —se sinceró—. Vi muchos filmes y puestas y estaban lejos de lo que yo intentaba hacer. Me eduqué bien en el tema, Stephen Fry adaptó el libreto y tratamos, al ser en inglés, de no ser tan estrictos, de que las letras sirvieran bien a la hora de ser cantadas".
Decir esto en una tierra donde la lírica es sagrada puede sonar herético. Branagh sostuvo su posición hasta cuando le preguntaron por qué trasladó la historia a la Primera Guerra Mundial. "La música es tan grande, en toda su escala, que necesitaba reconciliarla con hechos, trazar un paralelismo con los paisajes y lo épico y el sentimiento profundo de lo que significa la paz", esbozó. El hombre que dirigió Enrique V y Hamlet fue sincero: "Quería sorprender al público".
Al menos contrató a cantantes de ópera (como Lyubov Petrova) y el resultado es, por momentos, admirable.
También fuera de concurso se vio la última representante hollywoodense aquí. Y Meryl Streep, asidua visitante, se ganó el corazón de los italianos. En El diablo viste a la moda interpreta a la tiránica editora de una revista de modas, donde pasa a trabajar como su segunda secretaria el personaje de Anne Hathaway, una periodista sin ningún conocimiento de moda. El filme, que fue un gran éxito en los EE.UU. con U$ 120 millones de recaudación.
Esta noche es la fiesta de Gucci, en el Palazzo Grassi. Los barcos partirán con los invitados, cruzarán desde el Lido hacia Venecia, donde la creme de la creme pasa el poco tiempo libre que queda entre película y película. ¿Irá Streep, o la moda fue acaso para ella solo un pasatiempo...?