
Así comienza una jornada en la Mostra, a las 8 de la mañana: no buscando una exclusiva a esa hora, sino una buena ubicación para ver el filme elegido. Que no siempre es el mejor...Ninguna de las tres películas en competencia, ayer, valió tamaño despliegue de táctica para conseguir buena ubcación. La austríaca Fallen, de Barbara Albert, sigue a cinco ex compañeras de secundaria, reunidas en el velatorio de su profesor favorito, luego de trece años. Andan, entonces, por los treintaypico, y esa jornada estará sembrada de alcohol, sexo, revelaciones, un novio que en su noche de bodas tiene sexo con una ex que está embarazada, mucho grito y poca, muy poca sustancia. La película, jugando con su título, se cae.

Hugh Jackman pone la misma cara que Wolverine en X-Men cuando es "el conquistador" en España/México del siglo XVI. Los mayas tienen un mapa en el que se encontraría el Arbol de la vida en el Edén, y el hombre está dispuesto a beber su savia y vivir eternamente. Pero pronto Jackman no es el conquitador, si no un científico futurista en busca de la cura del cáncer, ya que su mujer (Rachel Weisz, la mujer de Aronofsky) tiene un tumor.
Si la película es compleja y comienza con efectos especiales, de a poco se torna riesgosa y sumamente pretenciosa. Pi tenía una estructura atípica, pero que le cabía. The Fountain, va y viene en el tiempo, mezcla metafísica, religión, new age y diálogos increíbles, y tiene cerca de cinco finales posibles, uno tras otro. Uno puede ser un romántico incurable, pero hasta el amor, al menos en el cine, tiene que tener cierta lógica.

El realizador elige planos largos, casi no hay diálogo, y algunas escenas escabrosas —no van más allá de masturbaciones— parecen correr el foco de atención. Tsai suele contar un mundo en desequilibrio, al borde del colapso, y sólo un final poético aleja la abrumación del espectador.