Mathilde puede no estar segura de muchas cosas, pero sí de una: Manech, su amado, no murió. Jovencito, descubrió el amor por primera vez en brazos de esta chica a quien la polio dejó sus secuelas. Pero enlistado en el frente francés, durante la Primera Guerra Mundial, Manech no regresó. Nunca.
Estando detrás de cámara Jean-Pierre Jeunet, cuyo más reciente éxito había sido Amélie, y sumado a que el rostro de la buenaza de Mathilde es el mismo de Audrey Tautou, cabía esperar que la dupla director/actriz volviera a las andadas en un filme entre poético y fabuloso —por fábula y por placer—.
A contramano de Regreso a Cold Mountain, en la que Ada (Nicole Kidman) penaba de amor por el soldado confederado Inman (Jude Law), quien llegaba a su reencuentro tras cuatro años, quien busca a Manech es Mathilde. La cuestión no es sencilla, ya que, como si se tratara del clásico de Kurosawa Rashomon, aquí cada uno de los soldados que se cruzaron con el muchacho asegura cosas distintas. Que lo fusilaron. Que lo mataron las fuerzas enemigas. Que está internado.
Nada de todo esto hará bajar la voluntad de Mathilde. La mueve el amor, como a Amélie, y la pasión, como a los personajes de Delicatessen y La ciudad de los chicos perdidos, las mejores obras del director francés que pisó por primera vez Hollywood con su imaginería visual y un diseño de producción increíble en Alien 4: la resurrección.
Lo increíble ya es una marca de fábrica de Jeunet, y aquí es la manera en que los soldados que quieren abandonar el frente deciden volarse algún dedo de sus manos para regresar, no sanos pero sí enteros, a casa. No es el hecho, sino la forma. Jeunet hace estallar en pedacitos franceses, y la violencia —de acuerdo, se trata de una guerra— es abrumadora.
Lo que al realizador le sigue subyugando es la narración partida, para nada lineal, con distintos personajes llevando el hilo del relato. Además de Tautou, realmente espléndida y el afianzamiento de Gaspard Ulliel, con un elenco multiestelar —al que se suman André Dussollier, Julie Depardieu, Denis Lavant, Tchéky Karyo, Rufus y Jean-Pierre Darroussin, entre tantas figuras—, Jeunet depara sorpresas en cada escena, incluyendo a una actriz norteamericana en un papel trascendente (leáse Jodie Foster).
Hay en "Un largo Domingo de Noviazgo" también casualidades y causalidades por doquier, algún personaje que desaparece sin dejar rastros, algo de magia y muuuuucha fantasía. Los fans del director estarán de parabienes, al igual, claro que sus detractores: éste es un Jeunet auténtico.
Estando detrás de cámara Jean-Pierre Jeunet, cuyo más reciente éxito había sido Amélie, y sumado a que el rostro de la buenaza de Mathilde es el mismo de Audrey Tautou, cabía esperar que la dupla director/actriz volviera a las andadas en un filme entre poético y fabuloso —por fábula y por placer—.
A contramano de Regreso a Cold Mountain, en la que Ada (Nicole Kidman) penaba de amor por el soldado confederado Inman (Jude Law), quien llegaba a su reencuentro tras cuatro años, quien busca a Manech es Mathilde. La cuestión no es sencilla, ya que, como si se tratara del clásico de Kurosawa Rashomon, aquí cada uno de los soldados que se cruzaron con el muchacho asegura cosas distintas. Que lo fusilaron. Que lo mataron las fuerzas enemigas. Que está internado.
Nada de todo esto hará bajar la voluntad de Mathilde. La mueve el amor, como a Amélie, y la pasión, como a los personajes de Delicatessen y La ciudad de los chicos perdidos, las mejores obras del director francés que pisó por primera vez Hollywood con su imaginería visual y un diseño de producción increíble en Alien 4: la resurrección.
Lo increíble ya es una marca de fábrica de Jeunet, y aquí es la manera en que los soldados que quieren abandonar el frente deciden volarse algún dedo de sus manos para regresar, no sanos pero sí enteros, a casa. No es el hecho, sino la forma. Jeunet hace estallar en pedacitos franceses, y la violencia —de acuerdo, se trata de una guerra— es abrumadora.
Lo que al realizador le sigue subyugando es la narración partida, para nada lineal, con distintos personajes llevando el hilo del relato. Además de Tautou, realmente espléndida y el afianzamiento de Gaspard Ulliel, con un elenco multiestelar —al que se suman André Dussollier, Julie Depardieu, Denis Lavant, Tchéky Karyo, Rufus y Jean-Pierre Darroussin, entre tantas figuras—, Jeunet depara sorpresas en cada escena, incluyendo a una actriz norteamericana en un papel trascendente (leáse Jodie Foster).
Hay en "Un largo Domingo de Noviazgo" también casualidades y causalidades por doquier, algún personaje que desaparece sin dejar rastros, algo de magia y muuuuucha fantasía. Los fans del director estarán de parabienes, al igual, claro que sus detractores: éste es un Jeunet auténtico.