Eh, tu/No me digas que no quedan esperanzas/Unidos nos sostenemos/Separados nos caemos, canta Walt delante de su padres. El no sabe que ellos se están por separar. Ellos no saben que la canción que Walt dice haber compuesto es en realidad un tema de Pink Floyd. Hay muchas cosas que Walt y su hermano menor, Frank, no saben de sus padres. Y viceversa. Pero cuando Joan y Bernard convoquen a una "conferencia familiar", todos se empezarán a enterar de más cosas de las que necesitan saber.
Historias de familia ( The Squid and the Whale) es la crónica de una separación. Crónica urgente, de cámara en mano, de nervios y agitación, de angustia, pero también de momentos cómicos y absurdos, de confusión. En su cuarta película, Noah Baumbach (coguionista también de La vida acuática) disfraza un poco su propia historia para contar su adolescencia en 1986 (él es Walt) y el final del idílico mundo que vivió hasta entonces en Brooklyn, con dos padres intelectuales que, a decir verdad, no sabían muy bien qué estaban haciendo —ni qué hacer— con sus hijos.
No hay juicios de valor ni miradas piadosas en esta crónica. Hay sí, una identificación con los hijos, un entendimiento de su confusión, de sus miedos y de sus equivocaciones. Walt se ha puesto de parte de su padre en la guerra sucia que Bernard y Joan libran desde que han optado por la custodia compartida. "¿Cómo se dividen siete días en partes iguales?", les pregunta Walt. La respuesta —por complicada y absurda— resume en buena parte las dificultades que ambos tienen para manejar la situación.
Bernard (un extraordinario Jeff Daniels) se considera un "intelectual" con el nivel de pedantería suficiente como para decirle a su hijo: "Kafka te va a gustar, es uno de mis predecesores". Escritor serio y respetado en su momento, ya no consigue siquiera un agente y vive de dar clases en la universidad. Joan (Laura Linney, siempre impecable) empezó a publicar sus historias hace poco y, en plena decadencia literaria de su ex marido, tiene la posibilidad de editar su primera novela. ¿Son éstas las causas del divorcio? ¿Otras? ¿Importan?
Walt admira a su padre y repite sus sentencias como mantras, usando un lenguaje obviamente prestado. Frank, en cambio, se ha aliado a su madre, y sin poder expresar del todo su frustración ha optado por masturbarse en público, beber cualquier cosa que encuentra y maldecir compulsivamente. A los cuatro les gusta jugar al tenis, pero es Frank el único que piensa en dedicarse a eso, como su profesor. "Un filisteo —según Bernard—. De esos que no les gustan los libros ni las películas interesantes."Las revelaciones de la historia existen más en forma de apuntes y no tienen la intención de transformarse en disparadores de grandes catarsis emocionales. Con sus apurados 80 minutos y su tono seco, el filme deja todo atisbo de sensiblería de lado y si emociona es porque la situación se presenta tan realista, humana y angustiante que es inevitable sentirse afectado por lo que sucede.
Lo más cercano, si se quiere, al efectismo es el uso de la canción de Roger Waters sobre el final y una acumulación de metáforas/guiños, como el poster de La madre y la puta en el cuarto de Walt, el libro de Saul Bellow La víctima en la mesa de luz del padre, o las referencias a Kafka y La metamorfosis, entre otras. Pero, aún siendo evidentes, funcionan lógicamente dentro del universo de los personajes.
Historias de familia no es una película que intente curar heridas, tranquilizar conciencias ni ofrecer soluciones. Con la brutal honestidad de los que cuentan su propia historia, Baumbach se expone, comparte con los espectadores una etapa clave de su propia vida, y logra transformarla en un objeto artístico excepcional sobre el fin de la inocencia. O, como también escribió "técnicamente" Roger Waters en otra canción de The Wall: El chico creció/El sueño terminó