¿Qué hizo que la industria de la televisión norteamericana apostara por Ugly Betty , una historia que habla de la inmigración ilegal de latinos en los Estados Unidos y que es protagonizada por una actriz de raíces hondureñas, en un sector poco afecto a mostrar al diferente, sobre todo, en cuestiones étnicas? Una persona políticamente correcta diría que la causa radica en que la TV refleja la diversidad cultural presente en la sociedad y la mayor predisposición para aceptar a las minorías. Un cínico, en cambio, explicaría el asunto de una manera económica: los latinos son un gran negocio porque forman parte de un mercado que crece cada día en poder adquisitivo y de presión. La razón habría que dársela a ambos. Lo cierto es que Ugly Betty-la segunda temporada se ve los jueves, a las 19, por Sony-, es sólo una excepción en una televisión norteamericana que, según la revista Entertainment Weekly , tiene cada vez más ficciones centradas en personajes "blancos" cuando las estadísticas demográficas muestran una sociedad multicultural y multirracial: una de cada tres personas en los Estados Unidos pertenece a una minoría.
En el caso de los latinos, sólo el 4 por ciento de las 14 ficciones que se estrenaron en este otoño norteamericano incluyen algún personaje secundario perteneciente a la comunidad hispana. "Un tanto pobre, si se tiene en cuenta que esa población representa al 15% del total", se lee en el artículo "Diversity in Entertainment: Why is TV So White?" ("Diversidad en el entretenimiento: ¿por qué la TV es tan blanca?")
Tampoco ayudó el fracaso de la serie Cane , que contaba las internas de una familia de cubanos americanos dedicados a producir ron. La señal CBS tuvo que cancelar el ciclo por el bajo rating: la audiencia llegaba a las 3 millones de personas, cuando, por ejemplo, la tercera temporada de Ugly Betty alcanza los 8 millones y medio. "No fue un fracaso por el hecho de centrarse en una minoría, sino porque recién encontró lo que era intersante para narrar al final", explicó al diario The New York Times , Nina Tassler, presidenta del departamento de Entretenimiento de la CBS.
La argumentación parece no reflejar una realidad compleja. El 54 por ciento de 14 mil latinos mayores de 18 años encuestados por The Pew Hispanic Center (una ONG dedicada a estudiar el impacto de la minoría en la sociedad norteamericana) siente a la discriminación como obstáculo para triunfar.
La TV reafirma esa sensación, y así lo advirtió un informe de la Asociación de Críticos de Televisión. En el documento se cita a CSI: Miami , la serie que cuenta cómo un grupo de forenses resuelve crímenes en la ciudad conocida como el "patio trasero de los Estados Unidos". A pesar de que el 60% de sus habitantes son de origen hispano, sólo hay un latino en el elenco del ciclo. Es más, el personaje protagónico estaba pensado para un actor de la minoría pero su lugar lo ocupó el neoyorquino, David Caruso.
Latin power
En cada uno de los canales de televisión norteamericanos hay un ejecutivo encargado de garantizar que las minorías estén representadas tanto delante como detrás de las cámaras. "Hay productores que entienden que la diversidad da sentido al negocio. Otros, que tienen un marco de referencia muy limitado, directamente dicen que no quieren correr el riesgo", relató a Entertainment Weekly Mitsy Wilson, quien realiza esta tarea en la cadena Fox. El cargo no surgió espontáneamente de la cabeza de los ejecutivos de la TV, sino que nació por la presión de organizaciones por los derechos civiles de las minorías. "Los forzamos a ello", comentó al semanario Alex Nogales, de la Coalición Nacional de Medios Hispanos. El cambio se produjo cuando en 2000 aparecieron en prime time una seguidilla de series como The West Wing , con un elenco 100% "blanco", lo que provocó que las organizaciones amenzaran con boicotear a las cadenas.
¿Algo cambió desde entonces? Sí, hay más latinos, pero en roles secundarios y esquemáticos: las mujeres son bombas sexuales y los hombres pueden ser amantes ardientes, suerte de Valentino versión remasterizada, o narcotraficantes y cuando no, dealers. De más está decir que si hay una gran tragedia, el primero que muere es un latino.
Frente a este tipo de prejuicios con los que los productores construyen a los personajes hispanos, las organizaciones reaccionan y presionan. Y tienen poder para hacerlo: son la primera minoría en los Estados Unidos, seguida por la africoamericana (12 % de la población). Es más, se calcula que para 2050, la presencia latina representará al 30%. En las estimaciones de The Pew Hispanic Center, el 11% de los 45 millones de hispanos tienen ingresos anuales superiores a los 90 mil dólares, es decir, superan el límite monetario de lo que se considera la clase media.
Si en las series del prime-time, los latinos no tienen tanta representatividad, lo contrario sucede en las ficciones destinadas al público infantil y adolescente. Allí, las cadenas encontraron el verdadero negocio.
Así, Disney apostó por un elenco multiétnico para la tercera parte del film televisivo The Cheetah Girls: One World . "Queremos que las chicas vean al grupo de adolescentes de la película y piensen que cualquier pueda ser una Cheetah Girl", dijo a The New York Times Debra Martin Chase, la productora de la saga.
El público infanto-adolescente corresponde a lo que los analistas del mercado llaman "Generación Y", cuya principal característica es una mayor apertura hacia la aceptación de la diferencia. Además, este grupo comprende a los hijos y a los nietos de los inmigrantes latinos, que a diferencia de sus padres y abuelos buscan borrar sus orígenes para integrarse completamente a la sociedad norteamericana.
Más allá de los datos, los productores no quieren asumir el riesgo a salir de la fórmula ciento por ciento caucásica, mientras el mundo va en otra dirección. "El planeta está cambiando y la televisión deberá reflejarlo", repite Shonda Rhimes, la productora de la exitosa serie Grey´s Anatomy. ¿Será una frase que irá a parar al diccionario de lo políticamente correcto o al manual de negocios del cinismo más recalcitrante? Quizás, el dinero, las presiones, el entendimiento y la tolerancia en algún momento solucionarán el dilema.
La Nación - Argentina