Por supuesto, Rowena se inmiscuirá en su empresa, logrará que el hombre le eche el ojo (al fin y al cabo es Halle Berry) y se dedicará a hurgar en su PC con la ayuda de un amigo (Giovanni Ribisi) que se dice periodista pero es un vulgar hacker. De allí en más (y apenas pasó la primera mitad), la película es una suma de lugares comunes y disparates de guión. Hay pesadillas que asaltan a Rowena y justifican unos flashbacks injustificables sobre su pasado como niña abusada sexualmente por su padre; hay un viejo amor que Rowena compartía con su amiga y que aparece y desaparece como por arte de magia; hay un admirador secreto de la protagonista que está a la vista de todos salvo de ella; y en el precipitado final hay tantos sospechosos del crimen que da lo mismo quién haya sido, salvo que la resolución es la más absurda de las muchas posibles. Ni siquiera el profesionalismo de Willis alcanza a salvar a Seducción..., segura candidata a los premios Frambuesa.
01 mayo 2007
Seduccion de un extraño
El periodismo nunca tuvo buena prensa en el cine, y Seducción de un extraño no es la excepción. Lo primero que se ve de Rowena (Halle Berry) es que tiene una concepción muy discutible de su profesión: confunde periodismo de investigación con chantaje. No es sólo que a ella esas diferencias la tienen sin cuidado; al director James Foley también. Así es Rowena, como si su empuje periodístico y su falta de escrúpulos fueran una misma cosa. Después de intentar escrachar en el New York Courier a un senador republicano que pasa por hombre de familia y esconde su homosexualidad –primicia que su editor impugna, no por consideraciones éticas, sino porque alguien paga para que no se publique–, Rowena se dedica a investigar la muerte violenta de una vieja amiga, con quien acababa de reencontrarse. Esa investigación la pone en contacto con un rey Midas de la publicidad (Bruce Willis), más preocupado por llevarse a la cama a sus empleadas que por imaginar campañas de venta.