Soy un monstruo único", dice de sí mismo el analista forense Dexter Morgan (Michael C. Hall), en algún momento del monólogo interior que lo ocupa durante el primer episodio de la serie que estrenó Movie City el domingo.
Dexter (que en los Estados Unidos va por su segunda temporada) es un thriller psicológico basado en la saga literaria escrita por Jeffry Lindsay (también guionista de la versión televisiva) de la que fueron traducidos al español los dos primeros títulos: El oscuro pasajeroQuerido Dexter (2006).
Se la mire por donde se la mire, la de Dexter no es una biografía envidiable. Al igual que su hermana Debra ( (2005) y Jennifer Carpenter), quien también es miembro de la policía de Miami, Dexter fue adoptado por el matrimonio Morgan. Cuando aún era un niño, su padre (astuto y cauteloso detective) descubrió en él un instinto asesino que consideró irreversible. Con la porfía de un genuino padre americano, Harry Morgan le propuso entonces a su pequeño hijo: "No podemos parar eso pero, a lo mejor, podemos hacer algo para dirigirlo". Así fue como, paulatinamente, fue imprimiendo en el espíritu alterado de Dexter, la idea de que un crimen puede enmendarse, siempre y cuando, adopte la forma de un acto de justicia.
Ya huérfano y estimulado, acaso, por el ánimo de hacer justicia por su cuenta, o por una sed de venganza atávica o por una enfermiza obsesión por la sangre (Dexter extrae muestras a sus víctimas que, luego, coloca en una pipeta que, escrupulosamente, "archiva" en un cofre, escondido dentro del aire acondicionado), el forense sostiene dos premisas básicas y de interpretación reversible: "La gente normal es tan hostil" y "El asesino es un artista".
El convincente personaje que construye el actor Michael C. Hall (el David Fisher de Six Feet Under) es, al mismo tiempo, encantador y enigmático, frívolo y extravagante, plano y tridimensional, lo que da como resultado una criatura inestable a la que hay que prestar mucha atención. Cosa para nada difícil gracias a la atractiva factura visual, el ritmo acompasado de la narración y los destellos de humor que salpican (y deforman) las situaciones dramáticas.
Rodada en escenarios naturales de la península de Florida, la noche brillante de Miami oficia de telón de fondo para que, a la manera de un flashback, Dexter evoque la cadena de crímenes ejecutados. Así es como la serie subvierte la lógica del género policial para indagar la legitimidad del crimen pero también la posibilidad de la justicia
Dexter (que en los Estados Unidos va por su segunda temporada) es un thriller psicológico basado en la saga literaria escrita por Jeffry Lindsay (también guionista de la versión televisiva) de la que fueron traducidos al español los dos primeros títulos: El oscuro pasajeroQuerido Dexter (2006).
Se la mire por donde se la mire, la de Dexter no es una biografía envidiable. Al igual que su hermana Debra ( (2005) y Jennifer Carpenter), quien también es miembro de la policía de Miami, Dexter fue adoptado por el matrimonio Morgan. Cuando aún era un niño, su padre (astuto y cauteloso detective) descubrió en él un instinto asesino que consideró irreversible. Con la porfía de un genuino padre americano, Harry Morgan le propuso entonces a su pequeño hijo: "No podemos parar eso pero, a lo mejor, podemos hacer algo para dirigirlo". Así fue como, paulatinamente, fue imprimiendo en el espíritu alterado de Dexter, la idea de que un crimen puede enmendarse, siempre y cuando, adopte la forma de un acto de justicia.
Ya huérfano y estimulado, acaso, por el ánimo de hacer justicia por su cuenta, o por una sed de venganza atávica o por una enfermiza obsesión por la sangre (Dexter extrae muestras a sus víctimas que, luego, coloca en una pipeta que, escrupulosamente, "archiva" en un cofre, escondido dentro del aire acondicionado), el forense sostiene dos premisas básicas y de interpretación reversible: "La gente normal es tan hostil" y "El asesino es un artista".
El convincente personaje que construye el actor Michael C. Hall (el David Fisher de Six Feet Under) es, al mismo tiempo, encantador y enigmático, frívolo y extravagante, plano y tridimensional, lo que da como resultado una criatura inestable a la que hay que prestar mucha atención. Cosa para nada difícil gracias a la atractiva factura visual, el ritmo acompasado de la narración y los destellos de humor que salpican (y deforman) las situaciones dramáticas.
Rodada en escenarios naturales de la península de Florida, la noche brillante de Miami oficia de telón de fondo para que, a la manera de un flashback, Dexter evoque la cadena de crímenes ejecutados. Así es como la serie subvierte la lógica del género policial para indagar la legitimidad del crimen pero también la posibilidad de la justicia