12 noviembre 2008

Jennifer Aniston y Tina Fey: la fama y sus vaivenes

El camino para alcanzar el éxito en Hollywood es misterioso, inexplicable e irrepetible. No hay fórmulas, sólo sirve tener talento, aunque más de una vez sea reemplazado por una alta dosis de carisma, y mucha suerte. Claro que así como llegan, la fama y la fortuna en el mundo del espectáculo pueden escaparse entre los dedos repletos de anillos caros pero inútiles a la hora de retener la magia que ya no está. Algo de eso parece estar ocurriendo con Jennifer Aniston. La otrora chica dorada de la TV, esa que entre su buen tempo para la comedia y un corte de pelo que fascinó a las mujeres alrededor del mundo, cometió uno de los peores pecados existentes en su profesión: se volvió irrelevante. Exactamente el recorrido inverso que realizó Tina Fey, la reina de la comedia norteamericana modelo 2008. De hecho, no hay mejor manera de tomar nota de la decadencia de Aniston que analizando el ascenso de Fey.

Mientras una, Aniston, se transformó en poco más que el hazmerreír de las revistas de chismes, la otra, Fey, hace reír a los espectadores de 30 Rock, la comedia televisiva que escribe y protagoniza, además de haber creado la mejor y más políticamente trascendente imitación de los últimos años. Su personificación de la candidata a la vicepresidencia de los Estados Unidos por el partido republicano, Sarah Palin, fue para muchos un factor decisivo a la hora de los votos que perdió John McCain. Tal vez sea una suposición demasiado aventurada, pero lo cierto es que la aparición de Fey como Palin en Saturday Night Live , en el que trabajó por muchos años como la primera escritora en jefe mujer, le sumó mucho público a 30 Rock. Sucede que, aunque el ciclo fue reconocido como la mejor comedia del año en los Emmy, los televidentes no parecían demasiado interesados. Hasta ahora. La semana pasada, se estrenó en los Estados Unidos la tercera temporada del programa con un 19 por ciento más de espectadores que el año anterior