Lost llega (hoy a las 19, por AXN) al final de su segunda temporada, una temporada que estuvo marcada, por fuera, por la creación de un culto casi obsesivo en torno a los personajes y misterios de la isla; y por dentro, por un movimiento cada vez más evidente hacia el terreno de lo fantástico, lo sobrenatural y, finalmente, lo conspirativo.
La segunda temporada tuvo como eje central la aparición, en la isla, de una secreta red de estaciones subterráneas en las que los sobrevivientes descubren la existencia de un proyecto misterioso, cuyos fines últimos se desconocen. Allí, entre otros acontecimientos curiosos, una vieja computadora "obliga" a los sobrevivientes a tipear una serie de números cada 108 minutos para evitar un posible cataclismo.
A la vez, a lo largo de la temporada, se sigue el drama del hijo de uno de los protagonistas, que es raptado por los otros, un grupo que, en apariencia, está en la isla hace mucho tiempo y que parece también tener extrañas y perversas intenciones.
En el capítulo doble de Lost, que cerrará de manera literalmente explosiva la segunda temporada de la serie creada por J.J. Abrams, Jeffrey Lieber y Damon Lindelo, y que fue seguida por 20 millones de espectadores sólo en los Estados Unidos (se calcula que es la segunda serie más vista en el mundo), estos dos enigmas, más que resolverse, se abrirán hacia otros aún más insondables.
Por un lado, la misión que emprenden el Dr. Jack (Matthew Fox), Kate (Eveangeline Lilly), "Sawyer" (Josh Holloway) y Hurley (Jorge García) para rescatar a Walt, el hijo de Michael (Harold Perrineau) se tornará más complicada de lo que se preveía.
Y por otro, regresará un personaje sólo visto en el primer capítulo de la segunda temporada, el extravagante Desmond Hume (Henry Ian Cusick), quien aclarará algunos puntos —y descubrirá otros— sobre las estaciones subterráneas. Junto al obsesivo John Locke (Terry O'Quinn), deberán descubrir qué riesgos acarrea dejar de tipear esos persistentes números (4-8-15-16-23-42) en la computadora en cuestión.
Y el final, sí, será verdaderamente sorprendente, dejando la puerta abierta para una tercera temporada en la que los Perdidos en cuestión ya sean más los espectadores que los propios sobrevivientes.