Si alguna vez se han sentado sobre la arena a contemplar un mar sin límites que pregunta sobre la vida, el amor, la memoria y el olvido; si han bailado al compás de este universo, para luego en un anhelo desechar su ritmo, o si han entendido que el amor es lo único en sus días por lo que vale la pena haber vivido, entonces "Eterno Resplandor de una mente sin recuerdos", es una cinta inevitable en su destino.
Salida de la mente prodigiosa del guionista Charlie Kaufman, esta gloriosa película se constituye, al igual que Being John Malkovich y Adaptation, en otro fantástico recorrido por los rincones insondables del cerebro humano. Después de trabajar estas dos cintas con su mancuerna, el director Spike Jonze, Kaufman entrega un texto por segunda ocasión al videoclipero Michel Gondry (Human Nature), quien trabaja una traducción visual más dinámica, sencilla y digerible de las complejas letras del dos veces nominado guionista. El resultado podrá no convencer del todo a los fans de Jonze, pero a quién le importa, indiscutiblemente se trata de un ejercicio fastuoso de estilo y una película difícil de olvidar; benditas sean las mentes con recuerdos.
Kaufman nos lleva no sólo a sus laberínticos parajes sicológicos; esta vez amplía el recorrido y nos adentra en terrenos netamente filosóficos, obligándonos a cuestionarnos acerca de lo ya ido, lo que brilla hoy bajo nuestro sol y lo que puede deparar el mañana. Nuestra existencia no es lo que palpamos, no es esta bola de tabiques llamada casa, esta lata con llantas a la que le decimos auto o la tonga de objetos que guardamos, no; nuestra vida está hecha de incontables ladrillos-recuerdo que conforman y dan sentido a la imagen que vemos frente al espejo cada mañana; nuestra vida está hecha de las cosas que guardamos por lo que significan en nuestro cerebro, los objetos más inútiles cuyo valor afectivo suele ser más intenso que el real. Pero qué sucede cuando el bagaje de esas memorias es demasiado doloroso, penoso o simplemente inconveniente; ¿no sería espléndido poder borrarlo a voluntad?, ¿alteraría esta amnesia voluntaria el resto de nuestra existencia tal como la conocemos?, y si así fuera ¿valdría la pena?.
Estas son las preguntas sobre las que Eterno Resplandor de una mente sin recuerdos construye un hilo conductor que juega con el espacio y el tiempo, construyendo y deconstruyendo una historia que sólo puede ser entendida al estilo Kaufman, es decir, cinco minutos antes de dejar la sala.
Joel está desecho al enterarse que Clementine, su exnovia, ha borrado mediante una proceso científico, todo recuerdo que tuvo de él. Decepcionado, Joel se somete al mismo tratamiento; sin embargo, durante éste descubre, que lo más grande que puede ocurrirle a un ser humano en esta vida, es amar y ser amado de vuelta. Así, a mitad del tratamiento cuya duración es de una noche, el cerebro de Joel decide resistirse y conservar sus memorias afectivas, generando una batalla entre el proceso científico y la voluntad humana de recordar y... amar.
El guión y la dirección son un prodigio; la coherencia es absoluta pese a desenvolverse en distintos tiempos, realidades y dimensiones, ocurriendo la mayor parte de la cinta, dentro del cerebro de Joel. Destaco el aspecto de la lógica pues la trama se define y redefine constantemente debido a la pérdida de memoria de los dos protagonistas. A este género se le conoce como Maze Cinema y Kaufman es un maestro en él, logrando dar sentido a la historia a través de recursos simples pero efectivos como el deja vu, un diario, el flashback, las coincidencias e incluso las analogías.
Habrá amargados que piensen que la cinta es sólo un trabajo soso de Kaufman para demostrar una vez más su genio en el 7o. arte. Sin embargo, el resultado va más allá, se trata de la película más humana del guionista y una historia escrita en lenguaje de emociones y no sólo de pensamientos. Una producción dedicada a aquellos que han experimentado el fuego del recuerdo y que lo prefieren a la tibieza del olvido, un filme para reflexionar la maravilla de estar vivos y aprovechar el presente pese a toda la miseria y dolor de nuestros ayeres. Eterno resplandor... grita amor, no del romántico y taciturno, sino del desquiciado e impulsivo. Eterno resplandor... susurra nostalgia, mas no de un modo lamentativo, sino como reconfortantes albricias que cantan esperanza, pues después de todo, como escribe Benedetti...Proyectos,proyectos,proyectos,y aunque de pronto el rostro se carga de sombrasy algo concurre del pasado y oprimela alegría vuelve como un pleamarla alegría vuelve y todo lo inaugura.
Carrey logra uno de sus mejores papeles (sigo sin entender la ceguera de la Academia después de El Majestic y Truman Show) y de la mano de Kate Winslet (mucho mejor que su rol empalagoso de Titanic) dan vida (¡y qué vida!) a una pareja divertida, sui generis y espontánea. Kirsten Dunst,y Elijah Wood completan los histriones de esta cinta, que les hará pensar mucho durante y después de su proyección
Gratísimo sabor de boca y de mente; ampliamente recomendable si gustan de ver propuestas atrevidas y diferentes; espléndida cinta para salir del cine y largarse al mar en búsqueda de sentido, de paz, de compañía... y para los amargados que la juzguen tonta, burda o sin sentido, siempre está el camino del olvido.
Salida de la mente prodigiosa del guionista Charlie Kaufman, esta gloriosa película se constituye, al igual que Being John Malkovich y Adaptation, en otro fantástico recorrido por los rincones insondables del cerebro humano. Después de trabajar estas dos cintas con su mancuerna, el director Spike Jonze, Kaufman entrega un texto por segunda ocasión al videoclipero Michel Gondry (Human Nature), quien trabaja una traducción visual más dinámica, sencilla y digerible de las complejas letras del dos veces nominado guionista. El resultado podrá no convencer del todo a los fans de Jonze, pero a quién le importa, indiscutiblemente se trata de un ejercicio fastuoso de estilo y una película difícil de olvidar; benditas sean las mentes con recuerdos.
Kaufman nos lleva no sólo a sus laberínticos parajes sicológicos; esta vez amplía el recorrido y nos adentra en terrenos netamente filosóficos, obligándonos a cuestionarnos acerca de lo ya ido, lo que brilla hoy bajo nuestro sol y lo que puede deparar el mañana. Nuestra existencia no es lo que palpamos, no es esta bola de tabiques llamada casa, esta lata con llantas a la que le decimos auto o la tonga de objetos que guardamos, no; nuestra vida está hecha de incontables ladrillos-recuerdo que conforman y dan sentido a la imagen que vemos frente al espejo cada mañana; nuestra vida está hecha de las cosas que guardamos por lo que significan en nuestro cerebro, los objetos más inútiles cuyo valor afectivo suele ser más intenso que el real. Pero qué sucede cuando el bagaje de esas memorias es demasiado doloroso, penoso o simplemente inconveniente; ¿no sería espléndido poder borrarlo a voluntad?, ¿alteraría esta amnesia voluntaria el resto de nuestra existencia tal como la conocemos?, y si así fuera ¿valdría la pena?.
Estas son las preguntas sobre las que Eterno Resplandor de una mente sin recuerdos construye un hilo conductor que juega con el espacio y el tiempo, construyendo y deconstruyendo una historia que sólo puede ser entendida al estilo Kaufman, es decir, cinco minutos antes de dejar la sala.
Joel está desecho al enterarse que Clementine, su exnovia, ha borrado mediante una proceso científico, todo recuerdo que tuvo de él. Decepcionado, Joel se somete al mismo tratamiento; sin embargo, durante éste descubre, que lo más grande que puede ocurrirle a un ser humano en esta vida, es amar y ser amado de vuelta. Así, a mitad del tratamiento cuya duración es de una noche, el cerebro de Joel decide resistirse y conservar sus memorias afectivas, generando una batalla entre el proceso científico y la voluntad humana de recordar y... amar.
El guión y la dirección son un prodigio; la coherencia es absoluta pese a desenvolverse en distintos tiempos, realidades y dimensiones, ocurriendo la mayor parte de la cinta, dentro del cerebro de Joel. Destaco el aspecto de la lógica pues la trama se define y redefine constantemente debido a la pérdida de memoria de los dos protagonistas. A este género se le conoce como Maze Cinema y Kaufman es un maestro en él, logrando dar sentido a la historia a través de recursos simples pero efectivos como el deja vu, un diario, el flashback, las coincidencias e incluso las analogías.
Habrá amargados que piensen que la cinta es sólo un trabajo soso de Kaufman para demostrar una vez más su genio en el 7o. arte. Sin embargo, el resultado va más allá, se trata de la película más humana del guionista y una historia escrita en lenguaje de emociones y no sólo de pensamientos. Una producción dedicada a aquellos que han experimentado el fuego del recuerdo y que lo prefieren a la tibieza del olvido, un filme para reflexionar la maravilla de estar vivos y aprovechar el presente pese a toda la miseria y dolor de nuestros ayeres. Eterno resplandor... grita amor, no del romántico y taciturno, sino del desquiciado e impulsivo. Eterno resplandor... susurra nostalgia, mas no de un modo lamentativo, sino como reconfortantes albricias que cantan esperanza, pues después de todo, como escribe Benedetti...Proyectos,proyectos,proyectos,y aunque de pronto el rostro se carga de sombrasy algo concurre del pasado y oprimela alegría vuelve como un pleamarla alegría vuelve y todo lo inaugura.
Carrey logra uno de sus mejores papeles (sigo sin entender la ceguera de la Academia después de El Majestic y Truman Show) y de la mano de Kate Winslet (mucho mejor que su rol empalagoso de Titanic) dan vida (¡y qué vida!) a una pareja divertida, sui generis y espontánea. Kirsten Dunst,y Elijah Wood completan los histriones de esta cinta, que les hará pensar mucho durante y después de su proyección
Gratísimo sabor de boca y de mente; ampliamente recomendable si gustan de ver propuestas atrevidas y diferentes; espléndida cinta para salir del cine y largarse al mar en búsqueda de sentido, de paz, de compañía... y para los amargados que la juzguen tonta, burda o sin sentido, siempre está el camino del olvido.