09 agosto 2006

El Volver de Almodovar

"Volver" no es sólo el mejor film de Almodóvar en varios años, sino también un bienvenido regreso al tipo de historias y de heroínas que lo han convertido en un cineasta indispensable a la hora de analizar el cine internacional de las últimas dos décadas. Pero este retorno a lo más esencial y genuino de su obra no significa en absoluto que el director español repita viejas fórmulas o vaya sólo a lo seguro: este decimosexto largometraje de su carrera está lleno de ideas y de apuestas audaces en lo estético, en lo temático e incluso en su tono por demás cambiante, que coquetea con casi todos los géneros clásicos. Y resulta, afortunadamente, un trabajo pletórico de fuerza y de emoción, luego de varias películas frustrantes (especialmente "La mala educación") por su excesiva estilización, una artificialidad que las acercaba demasiado a la frialdad, pretensiones muchas veces desmedidas y una puesta en escena demasiado pensada (léase calculada).

El título del film alude no sólo al mítico tango de Carlos Gardel y Alfredo Le Pera, convertido aquí en leitmotiv flamenco gracias a la voz de la cantante Estrella Morente, sino además a la vuelta de Almodóvar a las historias pueblerinas que lo marcaron de niño en La Mancha, al universo femenino (con énfasis en las relaciones entre madres e hijas), a la comedia más lúdica, liviana y sarcástica, pero también al melodrama más desgarrador, que le permite abordar cuestiones tan complejas como la culpa y el perdón, la reconciliación y la redención, el incesto, el adulterio y los abusos sexuales, el cáncer o la dificultad para aceptar la muerte, a partir una vuelta de tuerca fantástica sustentada en las creencias populares sobre apariciones y espíritus que regresan de la muerte.

La película está contada desde el punto de vista de Raimunda (Penélope Cruz), una trabajadora de clase media-baja que debe lidiar con las muertes sucesivas de su marido abusivo (Antonio de la Torre) y de una tía (Chus Lampreave). Con la ayuda de Paula (Yohana Cobo), su hija adolescente; de su hermana Sole (Lola Dueñas), y de Agustina (Blanca Portillo), una conflictuada amiga de la familia, Raimunda intenta rehacer su vida y hasta se anima a reabrir un restaurante. El fantasma de su madre (Carmen Maura) también se hace presente para sanar heridas y saldar viejas cuentas pendientes.

Desde la escena inicial, en un típico cementerio de pueblo, hasta las imágenes casi surrealistas de los campos poblados por enormes molinos de viento, pasando por las fantasmagóricas apariciones que Almodóvar se arriesga a trabajar sin apelar a ningún tipo de énfasis dramático ni efectos visuales, "Volver" es una película llena de situaciones tan extremas como contundentes.

Pero más allá de la mayor o menor eficacia de cada una de sus secuencias, el gran atractivo del film pasa por los matices, las pequeñas observaciones, las sutilezas que se desprenden de las relaciones marcadas por la solidaridad, la comprensión y la lealtad entre estas poderosas mujeres almodovarianas.

En este sentido, el enorme y reivindicatorio trabajo de Penélope Cruz (en las antípodas de sus insípidas incursiones hollywoodenses) resulta fundamental para el relato. Alejada de las desatenciones de los directores norteamericanos y de su evidente dificultad para actuar en inglés, Cruz construye una de las grandes heroínas del cine inspirada -física y dramáticamente- en la Anna Magnani de "Bellissima", de Luchino Visconti, en la joven Sofia Loren y en la Joan Crawford de "El suplicio de una madre", de Michael Curtiz.

No todo en "Volver" funciona de manera tan aceitada: en su búsqueda de reconocimiento por parte de la cinefilia más exigente, apela a ciertas citas intrascendentes (aquí hay referencias al cine negro y climas hitchcockianos). También cae en algunos subrayados y resoluciones demasiado explícitas que erosionan el encanto de los aspectos sugerentes y enigmáticos de sus planteos iniciales. Defectos que, de todas maneras, resultan menores ante la grandeza de este regreso del mejor Almodóvar al cine arriesgado y visceral que nunca debió abandonar