01 enero 2008

Soy Leyenda

El ego de Will Smith debe ser lo suficientemente grande como para venir soñando con hacer Soy leyenda desde hace varios años. Se trata, después de todo, de la historia del último hombre sobre la Tierra y el desafío para el actor de Hombres de negro consiste en bancarse la película solito, en el mejor de los casos junto a un perro o enfrentando a un híbrido digital entre zombie y vampiro (uno ladra, los otros gruñen). Lo cierto es que el talento y el carisma de Smith también son considerables, porque atraviesa el desafío más que bien, y es parte fundamental de que esta película de Francis Lawrence sea la primera lograda versión de la clásica novela de ciencia ficción de Richard Matheson.

No todo el éxito de Soy leyenda es obra de Smith. El director (sólo conocido por la discreta Constantine) exhibe una enorme y creativa visión para transformar esa distopia literaria californiana en un muy creíble infierno neoyorquino, utilizando la ciudad desierta y abandonada como el patio de la casa de nuestro héroe.

Las potentes imágenes de la ciudad vacía, con animales salvajes corriendo por sus calles, los pastos crecidos, y con sus icónicos sitios transformados en putrefactos símbolos de un mundo que no es más, dan en lo justo. Soy leyenda es, más que un desafío actoral o la historia de un sobreviviente, una metáfora sobre una humanidad en camino a la autodestrucción. Cada uno puede ponerle el nombre que quiera (terrorismo, manipulación genética, sida, guerras, descuido de la ecología, etc.), pero lo cierto es que la metáfora funciona.

Smith es Robert Neville, un científico militar que conoce bien el virus —que, creado por el hombre para curar el cáncer, se ha vuelto letal con el tiempo— y que tiene que sobrevivir a una ciudad infestada de vampiros nocturnos mientras intenta encontrar una cura para regenerar a la especie, mezclando su resistente sangre con la de las criaturas. A la vez, claro, tiene que vérselas con la soledad absoluta y con la ilusión de encontrar a alguien con vida.

Mientras escucha a Bob Marley —algo obvia pero muy agradable referencia musical— y se organiza recorriendo la ciudad durante el día, por la noche se cuida con maniática organización de los ataques. Pero estos se harán inevitables y el filme mezclará poderosas escenas de muy bien coreografiado suspenso (dos de los encuentros entre Robert y una criatura son especialmente poderosos) con la vida cotidiana —por momentos hasta cómica— de la supervivencia del hombre y su perro.

Y, en ambas, Smith demuestra su gran talento, haciendo gala de su carisma y presencia, pero también resolviendo con solvencia las situaciones más dramáticas, yendo más allá de ciertas limitaciones y convenientes simplismos del guión.

Sin la complejidad narrativa ni el virtuosismo de Niños del hombre, pero con similar enfoque temático y con la espectacularidad que le dan sus escenarios, Soy leyenda atrapa desde los sentidos, impacta desde lo visual y provoca desde las ideas, que pueden parecer básicas y hasta didácticas, pero que, como en toda buena historia de ciencia ficción, terminan siendo centrales: ¿Quiénes somos? ¿Adónde vamos? ¿Cómo cuernos salimos de ésto en lo que nos metimos?
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