"Todo el mundo y toda la gente que conoces va a morir" decía Claire, la menor de los hermanos Fisher, en un capítulo reciente de esta serie cuando le pedían que se tranquilizara luego de conocer la noticia de la muerte de su hermano mayor (Peter Krause). Nate moría repentinamente luego de un largo período de insatisfacción espiritual y conyugal, no sin antes engañar a su esposa embarazada, Brenda (la siempre deslumbrante Rachel Griffiths) con la hija de su padrastro.
Sólo una serie como "Six Feet Under" es capaz de matar a su protagonista varios capítulos antes de su final -habiéndolo convertido ya en una sentenciosa e insatisfecha sombra de su pasado idealismo- y lograr que lo que resta no suene como un mero epílogo. Porque el final del ciclo de Alan Ball -que se conocerá mañana, desde las 22, cuando HBO emitirá sus últimos dos capítulos-, encuentra al resto de sus conflictivos y conflictuados personajes preguntándose qué hacer con sus vidas en medio de tanta muerte. La respuesta, invariable, es una sola: vivir. En una de las características simetrías dramáticas del ciclo, sólo la muerte de Nate, como el accidente de su padre que le hizo volver a Los Angeles para hacerse cargo del negocio familiar en el primer episodio, es capaz de desatar una serie de acontecimientos y emociones que fuerzan a quienes lo rodean a enfrentarse a sí mismos y a sus deseos.
Al comienzo de la serie, Alan Ball explicaba que uno de sus principales objetivos era destronar la convicción firmemente arraigada en la cultura de su país que era "de mala educación" tener "grandes emociones". Y las grandes emociones siempre fueron el arma secreta de la serie gracias al calibre de sus actores y las ambiciones de su compleja estructura coral, más allá de que esa misma vocación trágica por momentos lo empantanara en los exiguos marcos del melodrama, dejando de lado el humor negro que le daba necesario aire a sus conflictos existenciales.
De aquí a la eternidad
Así, fiel a su estilo y en uno de los finales más satisfactorios de la TV norteamericana reciente, "Six Feet Under" lleva la lógica del ciclo hasta sus últimas consecuencias. Si todos morimos, entonces también lo hacen los Fisher y sus seres queridos, instantes finales que son mostrados con la misma reveladora ironía -así en la muerte como en la vida-, que el ciclo dedicaba a los clientes de la funeraria Fisher & Díaz.
En este capítulo final, escrito y dirigido por Alan Ball (que ya prepara su próximo proyecto para la señal, sobre vampiros) se sabrá si Brenda dejará de ser perseguida por el fantasma de Nate pero también qué será de la vida de David (Michael C. Hall), aún víctima de la violencia que amenaza la familia que ha formado con Keith (Matthew St. Patrick); si tendrá éxito el ambicioso Federico Díaz (Freddy Rodríguez) en su intento de establecerse por su cuenta; si Ruth Fisher (Frances Conroy) descubre cómo vivir sin sus hijos y si Claire (Lauren Ambrose) puede hacerlo sin el arte.
Para este final volverán Patricia Clarkson y Kathy Bates, como la hermana y la amiga de Ruth Fisher, así como Joanna Cassidy y Jeremy Sisto (la madre y el hermano de Brenda), pequeño botón de muestra de la notable galería de invitados de la serie a lo largo de sus cinco temporadas.
Sólo una serie como "Six Feet Under" es capaz de matar a su protagonista varios capítulos antes de su final -habiéndolo convertido ya en una sentenciosa e insatisfecha sombra de su pasado idealismo- y lograr que lo que resta no suene como un mero epílogo. Porque el final del ciclo de Alan Ball -que se conocerá mañana, desde las 22, cuando HBO emitirá sus últimos dos capítulos-, encuentra al resto de sus conflictivos y conflictuados personajes preguntándose qué hacer con sus vidas en medio de tanta muerte. La respuesta, invariable, es una sola: vivir. En una de las características simetrías dramáticas del ciclo, sólo la muerte de Nate, como el accidente de su padre que le hizo volver a Los Angeles para hacerse cargo del negocio familiar en el primer episodio, es capaz de desatar una serie de acontecimientos y emociones que fuerzan a quienes lo rodean a enfrentarse a sí mismos y a sus deseos.
Al comienzo de la serie, Alan Ball explicaba que uno de sus principales objetivos era destronar la convicción firmemente arraigada en la cultura de su país que era "de mala educación" tener "grandes emociones". Y las grandes emociones siempre fueron el arma secreta de la serie gracias al calibre de sus actores y las ambiciones de su compleja estructura coral, más allá de que esa misma vocación trágica por momentos lo empantanara en los exiguos marcos del melodrama, dejando de lado el humor negro que le daba necesario aire a sus conflictos existenciales.
De aquí a la eternidad
Así, fiel a su estilo y en uno de los finales más satisfactorios de la TV norteamericana reciente, "Six Feet Under" lleva la lógica del ciclo hasta sus últimas consecuencias. Si todos morimos, entonces también lo hacen los Fisher y sus seres queridos, instantes finales que son mostrados con la misma reveladora ironía -así en la muerte como en la vida-, que el ciclo dedicaba a los clientes de la funeraria Fisher & Díaz.
En este capítulo final, escrito y dirigido por Alan Ball (que ya prepara su próximo proyecto para la señal, sobre vampiros) se sabrá si Brenda dejará de ser perseguida por el fantasma de Nate pero también qué será de la vida de David (Michael C. Hall), aún víctima de la violencia que amenaza la familia que ha formado con Keith (Matthew St. Patrick); si tendrá éxito el ambicioso Federico Díaz (Freddy Rodríguez) en su intento de establecerse por su cuenta; si Ruth Fisher (Frances Conroy) descubre cómo vivir sin sus hijos y si Claire (Lauren Ambrose) puede hacerlo sin el arte.
Para este final volverán Patricia Clarkson y Kathy Bates, como la hermana y la amiga de Ruth Fisher, así como Joanna Cassidy y Jeremy Sisto (la madre y el hermano de Brenda), pequeño botón de muestra de la notable galería de invitados de la serie a lo largo de sus cinco temporadas.