
El último episodio respondió previsiblemente a la expectativa de comedia romántica que alimentó la historia a lo largo de los años, aunque con una vuelta de tuerca.
El final feliz, los hijos y la boda no podían faltar, pero hubo que saltear una generación para que la fantasía siempre latente de Grace (Debra Messing) pudiera concretarse. El capítulo comienza con Grace embarazada de Leo (Harry Connick Jr.), su ex, y dispuesta —luego de varias idas y vueltas— a criar a su hijo junto a Will (Eric McCormack), su histórico compañero de departamento, que eligió renunciar a la vida de pareja para no abandonar a su amiga.

Corten, dos años después: Will festeja su cumpleaños junto a Vince (Bobby Cannavale), su pareja, y Ben, el bebé de ambos (y una donante). Infructuosamente espera el llamado de su ex amiga, con quien perdió todo contacto hace tiempo. Grace, por su lado, se niega a romper el hielo, pese a la insistencia de Leo, su esposo y padre de la pequeña Lila.
Gracias a una maniobra de sus entrañables amigos, Karen y Jack, Will y Grace vuelven a verse, aclaran las cuentas pendientes, pero descubren con melancolía que lo que se rompió entre ellos difícilmente pueda recuperarse. Harán falta veinte años para que Lila y Ben reparen esa herida: será cuando los jóvenes hijos de los protagonistas se encuentren por casualidad en la universidad (repitiendo la historia de sus padres), y el amor nazca inevitablemente entre ellos, casi por mandato ancestral.
