06 junio 2006

Una decepcionante Profecía

El paso del tiempo en el cine genera ciertas confusiones, especialmente en lo que respecta a la categoría de clásico. No hablamos aquí de estilos narrativos sino de películas que trascienden su época por su calidad. Digámoslo directamente: La profecía, de 1976, no es un clásico. Nunca lo fue. No es El exorcista ni El bebé de Rosemary. Fue, simplemente, una película de terror con apuntes religiosos que tuvo éxito en su época, se habló mucho de ella, se discutió, la vio muchísima gente. Pero no más que eso. O, si no, en treinta años hablaremos de El Código Da Vinci como un clásico simplemente porque todo el mundo la vio.

El hecho es que rehacer La profecía casi plano por plano como si la original fuera una clase maestra de cómo hacer cine de terror y suspenso es una tontería. La nueva versión de La profecía, de John Moore, reproduce casi identícamente la trama de la original, con una actualización de su contexto político (aquí, el atentado a las Torres Gemelas, la guerra con Irak, la inundación de Nueva Orléans, los problemas entre israelíes y palestinos funcionan como las señales del inminente Apocalipsis) y una serie de escenas oníricas que intentan darle algún tipo de complejidad psicológica a los problemas de la protagonista, una mujer que empieza a darse cuenta que su hijo no es tan inocente como parece. Bah, que el nene no es otra cosa que el mismísimo Anticristo.

Katherine (Julia Stiles) nunca se enteró que su verdadero hijo murió en el parto. Para ahorrarle sufrimientos, los doctores y el padre (Robert, un diplomático norteamericano) acordaron entregarle un bebé "abandonado" y no decirle la verdad. Pero hay algo oscuro en ese bebé en apariencia inocente. Y alrededor suyo empezarán a suceder cosas extrañas.
Robert consigue el puesto de embajador en Inglaterra gracias a la "inesperada" muerte del candidato original, y de allí en adelante, con la ayuda de un fotógrafo que empieza a sospechar que algo raro sucede (David Thewlis) y las advertencias de un religioso (Pete Postlethwaite), se embarca en descubrir si ese chico, su amenazador perro y hasta la niñera que lo cuida (Mia Farrow, con varias cirugías estéticas) no vienen con un plan macabro.

Más allá de la actualidad que pueda tener la historia (los noticieros parecen muchas veces anuncios de la llegada del Apocalípsis) y la doble lectura que la trama siempre tuvo (la metáfora diabólica parece ser sólo una forma de poner en discusión el tema de la no siempre fácil relación entre padres e hijos), La profecía es un deja vu constante para todo aquel que vio la original. Y, para los que no la vieron, no agrega nada a tres décadas de mediocres thrillers pseudoreligiosos que nos hemos tragado.

Lo que en los '70 podía ser novedoso, ahora es simplemente oportunista. Y La profecía es eso. Una película calculada para funcionar en un mercado post-Código Da Vinci, así como el libro de Dan Brown generó cientos de novelas seudohistóricas que hoy son las más vendidas. ¿Será ese el verdadero Apocalipsis?