
Brendan Fraser es aquí Trevor Anderson, una suerte de Indiana Jones, un profesor universitario pero con menos arrastre que el arqueólogo entre sus alumnos, un hombre que trata de mantener en pie un laboratorio siguiendo los pasos de su hermano, quien, sí, desapareció hace unos años en búsqueda del centro de la Tierra. La partida de su hermano dejó a un niñito (sobrino de Trevor) semihuérfano, ya que su madre trata de guiarlo hasta donde puede. Trevor es un tarambana, se olvida que su cuñada le dejará a Sean a su cuidado por unos días y ante las evidencias de que algo raro está ocurriendo con la actividad volcánica y en la lejana Islandia puede estar la entrada a ese mundo perdido.
Y sí, creer o reventar: en una vieja copia de Viaje al centro de la Tierra que tenía su extinto hermanito, hay suficientes datos coincidentes con la nueva actividad de los volcanes. ¿Y si...?
Así que Trevor junta los frascos con monedas que viene guardando desde hace años, y parte con el niño hacia la aventura.
Allí, en tierras lejanas, una bella guía le servirá de ídem, y los tres juntos pasarán por todo tipo de vicisitudes, hasta llegar -no vamos a sorprender a nadie- al centro de la cuestión...

La película es una enorme sumatoria de escenas de riesgo, con toques de humor, suspenso y acción trepidante. Es un buen entretenimiento familiar, típico pero no por ello menos disfrutable.
Publicado en 1864, Viaje al centro de la Tierra... no ha envejecido nada. Y las comparaciones con la película que protagonizó James Mason en 1959 -mal que le pese a Fraser- pueden pesar, pero el actor sabe cómo meterse a su púbico en el bolsillo.