
Digamos, por otra parte, que Holowach es una suerte de Michael Moore que no ama la pantalla. ¡Epa! ¿Será eso posible? ¿No será un oxímoron? No: Holowach, un tipo que también toma partido desde el vamos, es fanático de la intervención propia en sus documentales... aunque por vía oral. Durante los 100 minutos de película habla sin parar -con mucho, mucho humor- en off: "dialoga" con todos y todo. A) Con sus entrevistados (no sólo cuando les hace las notas, también cuando los edita). B) Con los que no quisieron hablar con él (les responde tomando declaraciones que hicieron en distintos medios). C) Con las estadísticas e imágenes de archivo (algunas fuertísimas, como las tomadas en una cárcel, que muestran humillaciones a detenidos).
La problemática de la marihuana es abordada desde muchas perspectivas: la judicial, la económica, la científica, la social. Holowach se pregunta por qué es legal el consumo de otras sustancias -según él- más nocivas. Y, al estilo Moore, contrapone las políticas norteamericanas con las de Canadá y las de algunos países europeos más permisivos, como Holanda. La voz incesante y el vértigo del filme provocan por momentos cansancio y no permiten la pausa reflexiva. Pero, a pesar de eso y de su cuota de maniqueísmo, High... abre planteos que propician el debate: núcleo de cualquier sistema que se proclame democrático