Pushing Daisies es la serie más estimulante del horario prime. Una historia de ficción plagada de improbables, colores saturados, cuentos de hadas y romances imposibles. Una de las mejores series estrenadas en EE.UU el año pasado, que debutó este jueves 10 de abril en el cable nacional. Estéticamente, lo más parecido a una cruza entre Tim Burton y Wes Anderson disponible en televisión. ¿Cómo no verla?
Hay algo en Pushing Daisies que la hace pasar directamente a los imperdibles del cable. Una especie de gracia oculta, un humor negro y rápido -"Cómo estuvo tu convención", pregunta uno de los personajes. "Convencional", responde Ned, el protagonista- y la atrayente historia de dos personas que se aman pero no se pueden tocar.
Pushing Daisies mezcla misterio, comedia, lo "injusta" de la muerte, romance y technicolor. No hay muchas cosas convencionales en esta serie: su protagonista es Ned, un pastelero que a temprana edad descubre que puede hacer que la gente vuelva a la vida con sólo tocarlas. Y no sólo gente; cualquier cosa que en algún momento haya tenido vida. Moscas, perros, frutillas podridas.
Pero su talento no venía con manual de instrucciones y pronto aprende, de la peor manera, que tocándolos por segunda vez estos mueren de nuevo, ahora para siempre. Y para complicar aun más las cosas, si vuelve a la vida a una persona por más de un minuto, irremediablemente otro cercano fallece.
Una voz en off —que recuerda demasiado a Amélie— narra como Ned crece jugando con su perro mediante una mano de madera, por haberlo revivido una vez que fue atropellado. De adulto, su vida transcurre encerrado en su pastelería, en compañía de un grupo de personajes que hacen la existencia de Ned, algo muy parecido a una película de Wes Andersonde 40 minutos de duración; no hay equivocaciones estéticas en Pushing Daisies.
Cada personaje brilla en sus propias particularidades, como la excesivamente conversadora mesera rubia, el cazador de recompensas de buen corazón, las tías viejas con problemas de adaptación social o Chuck, la linda muerta que Ned una vez amó a los diez años y que ahora no puede tocar por miedo a perderla.
Por más insoportablemente lindo y tierno que se vea todo, no molesta; Pushing Daisies es una de esas series que dan ganas de ver porque por debajo hay algo, porque a todos nos gusta mirar algo hermoso, porque devuelven la fe en que, aunque sean de mentira, existe gente buena en la televisión.
Hay amabilidad hasta decir basta (Ned despierta a los muertos con sinceras disculpas y espera no estar molestando) y Chuck, la muerta resucitada, es la versión gringa de una Amélie más contemporánea. El romance entre ellos es una tragedia mayor.
Como no pueden tocarse, Ned y Chuck por ahora vivirán de abrazos dados por otros, de besos a través de un plástico -¿es eso una metáfora moderna, o qué?- y “tomados de las manos” a través de las paredes.
Si en algún momento uno siente que todo esto es "demasiado adorable", no puede evitar preguntarse si no andaremos algo insensibles y cínicos. Porque Pushing Daisies es como las historias de hadas; lo lees y piensas esto es para niños, pero en el fondo a todos nos gustaría creerlas.
A continuación, el trailer:
Hay algo en Pushing Daisies que la hace pasar directamente a los imperdibles del cable. Una especie de gracia oculta, un humor negro y rápido -"Cómo estuvo tu convención", pregunta uno de los personajes. "Convencional", responde Ned, el protagonista- y la atrayente historia de dos personas que se aman pero no se pueden tocar.
Pushing Daisies mezcla misterio, comedia, lo "injusta" de la muerte, romance y technicolor. No hay muchas cosas convencionales en esta serie: su protagonista es Ned, un pastelero que a temprana edad descubre que puede hacer que la gente vuelva a la vida con sólo tocarlas. Y no sólo gente; cualquier cosa que en algún momento haya tenido vida. Moscas, perros, frutillas podridas.
Pero su talento no venía con manual de instrucciones y pronto aprende, de la peor manera, que tocándolos por segunda vez estos mueren de nuevo, ahora para siempre. Y para complicar aun más las cosas, si vuelve a la vida a una persona por más de un minuto, irremediablemente otro cercano fallece.
Una voz en off —que recuerda demasiado a Amélie— narra como Ned crece jugando con su perro mediante una mano de madera, por haberlo revivido una vez que fue atropellado. De adulto, su vida transcurre encerrado en su pastelería, en compañía de un grupo de personajes que hacen la existencia de Ned, algo muy parecido a una película de Wes Andersonde 40 minutos de duración; no hay equivocaciones estéticas en Pushing Daisies.
Cada personaje brilla en sus propias particularidades, como la excesivamente conversadora mesera rubia, el cazador de recompensas de buen corazón, las tías viejas con problemas de adaptación social o Chuck, la linda muerta que Ned una vez amó a los diez años y que ahora no puede tocar por miedo a perderla.
Por más insoportablemente lindo y tierno que se vea todo, no molesta; Pushing Daisies es una de esas series que dan ganas de ver porque por debajo hay algo, porque a todos nos gusta mirar algo hermoso, porque devuelven la fe en que, aunque sean de mentira, existe gente buena en la televisión.
Hay amabilidad hasta decir basta (Ned despierta a los muertos con sinceras disculpas y espera no estar molestando) y Chuck, la muerta resucitada, es la versión gringa de una Amélie más contemporánea. El romance entre ellos es una tragedia mayor.
Como no pueden tocarse, Ned y Chuck por ahora vivirán de abrazos dados por otros, de besos a través de un plástico -¿es eso una metáfora moderna, o qué?- y “tomados de las manos” a través de las paredes.
Si en algún momento uno siente que todo esto es "demasiado adorable", no puede evitar preguntarse si no andaremos algo insensibles y cínicos. Porque Pushing Daisies es como las historias de hadas; lo lees y piensas esto es para niños, pero en el fondo a todos nos gustaría creerlas.
A continuación, el trailer: