
Pero no. En Una noche fuera de serie el humor, cuando hay situaciones que rondan la sonrisa, no es original ni inteligente, sino tirando al doble sentido más básico y ramplón. Ni siquiera en los créditos, con los outtakes, las tomas que quedaron afuera por distintos errores, motivan una mueca.
Los Foster, Phil y Claire, son un matrimonio aburrido de New Jersey que van a cenar a un restaurante top en Manhattan, sin reservaciones. Y aprovechan que los Tripplehorn no aparecen al llamado de la maitre, se hacen pasar por ellos y se sientan a degustar el menú.
Comedia de situaciones entre absurdas y equívocas, los Tripplehorn estaban chantajeando a un fiscal de distrito, por lo que unos policías que trabajan para un mafioso están tras ellos para que les den la prueba que incrimina al funcionario. Y así a los Foster les pasa más o menos de todo, y más o menos todo lo que usted ya vio en infinidad de comedias de este estilo, o algo parecido.
La película del director Shawn Levy se asemeja más a su Recién casados que a Una noche en el museo o Más barato por docena. Lo que tuvo en cuenta, y termina a su favor, fue la selección para cubrir papeles secundarios a unos cuantos famosos, que no vamos a revelar aquí, porque el espectador se perdería el efecto sorpresa.
Una noche fuera de serie pudo ser un nuevo vehículo para potenciar aún más a Carell y dar a conocer a Fey al gran público fuera de los Estados Unidos. Pero el resultado es tan poco afortunado que como consuelo queda verlos en la tele, donde sí exponen sus mejores recursos