02 abril 2010

The Bounty Hunter: Otra historia de perros y gatos

De parejas que se aman y se odian al mismo tiempo está colmada la historia de Hollywood. Desde clásicos como Ayuno de amor ( His Girl Friday ) hasta títulos más recientes como Dos pájaros a tiro, El amor cuesta caro o Sr. y Sra Smith , ha habido decenas de variaciones en el cine. El caza recompensas es una más, aunque tiene poco de variación (no es la primera vez que se intenta aderezarla con algo de intriga policial) y confía excesivamente (como ya sucedió en otros casos) en el atractivo de su pareja protagónica. Aquí la responsabilidad corre por cuenta de Jennifer Aniston y Gerard Butler, que ponen su oficio y su buena presencia pero raramente establecen entre ellos la química indispensable para que la receta funcione.

Porque aquí, a falta de inventiva, todo es receta. Aniston es Nicole, una periodista del Daily News especializada en investigaciones, trabajo que suele tomar tan a pecho que ha sido una de las causas de su fracasado matrimonio con Milo. Este (Gerald Butler, claro), ha perdido su lugar en la policía de Nueva York y ahora emplea sus malgastadas dotes de detective en pescar fugitivos y cobrar recompensas. Cualquiera puede sospechar que, para que haya encuentro entre los dos y muchos rounds más de la vieja pelea que parecía terminada, es necesario que ella sea buscada por la Justicia (la causa es poco más que una infracción de tránsito) y que por ese motivo se convierta para él en una presa que le rendirá dólares. Se viene, claro, una persecución. La primera; habrá muchas otras, implacables, derivadas de la pasión periodística de la chica: en lugar de presentarse ante la Corte el día en que había sido citada, se entusiasma con un caso de suicidio que le huele mal y sólo consigue echarse encima a una banda de narcotraficantes que quizá tiene conexión con policías corruptos.

A falta de ingenio (apenas hay esporádicos momentos humorísticos), el director Andy Tennant aplica el recurso del vértigo, si bien -ya se sabe- el ritmo no tiene nada que ver con la velocidad. Y entre tanta corrida, desatiende el núcleo romántico de la historia y desaprovecha la gracia de algún personaje secundario como la madre que encarna Christine Baranski. En cambio no se olvida de mostrar lo bien que se la ve desde atrás a Aniston cuando camina con faldas ajustadas y tacos altos. Total: un entretenimiento muy menor.