Nicole Kidman en medio de una conspiración dentro de la ONU
Sydney Pollack dirige a Nicole Kidman, Sean Penn y Catherine Keener en 'La intérprete', un filme en que Kidman encarna a una intérprete nacida en África que oye cómo amenazan de muerte a un presidente africano que está a punto de hablar en la Asamblea General de las Naciones Unidas.
No tarda en darse cuenta de que ella también se ha convertido en blanco de los asesinos y se lanza a una carrera desesperada para frustrar sus planes. Sólo debe encontrar a alguien que la crea. Tobin Keller, el agente federal encargado de proteger a la intérprete, no está tan seguro de que la mujer lo haya contado todo
Según el diario español "el Mundo", el file de Pollack' es compacta, alambicada, con la fórmula magistral de la mezcla de dos grandes estrellas y de una intriga internacional plagada de giros inesperados y ambientada en el marco impresionante de los pasillos y salas del edificio de las Naciones Unidas en Nueva York que, por primera vez en su historia, ha albergado el rodaje de un filme.
Nicole Kidman, más adorable y vulnerable que nunca, es Silvia Moore, una profesional de la traducción simultánea, nacida en África del Sur y radicada en Nueva York por su trabajo como intérprete en la sede de las Naciones Unidas. Casi al comienzo mismo de la película, escucha accidentalmente una conversación acerca de los preparativos de un atentado sangriento contra la persona del dictador del estado africano ficticio de Matobo. Por supuesto, la conversación se produce en un ininteligible idioma que sólo ella puede comprender.
Realizada la denuncia, hace acto de presencia el agente del Servicio Secreto encargado de investigar la conspiración y a su denunciante. Él es Tobin Keller (Sean Penn), un personaje lleno de cinismo y desconfianza y con una enorme pena interna que no quiere, ni se permite, expresar.
Pese a las lógicas dudas iniciales, ciertos peligros que acechan a Silvia hacen su versión finalmente creíble. Sin embargo, sus circunstancias personales -soledad vital absoluta, misantropía, carencia de amigos y familiares- la dotan de la personalidad ideal para estar envuelta en una conspiración. Todo ello se desarrolla en una irrespirable atmósfera de desconfianza y paranoia y en una carrera contrarreloj, dado que el dictador se dispone a pronunciar un discurso en las Naciones Unidas y no se quiere permitir la cancelación del acto, que sería considerada casi un suicidio político. En el fragor de la intriga, Pollack da un volantazo y toma la 'carretera secundaria,' pero no menos importante, de las secretas y turbulentas relaciones entre el agente y la traductora.
El de Kidman y Penn es un recital de dos instrumentos afinadísimos en manos de virtuosos. Ella derrocha fortaleza y fragilidad emocional, simultáneamente. Penn, en sus marcas, controla su intensidad para mostrar al tipo duro y al cabo de la calle que oculta con dificultad sus lágrimas. Conviene no perder de vista al excelente ramillete de actores de reparto que refuerzan la jugada de los protagonistas. La tan maravillosa como efectiva Catherine Keener, en el duro rol de la sardónica agente compañera de Tobin; Jesper Christensen, en el ingrato personaje del jefe de seguridad de Matobo; el francés Yvan Attal, a cargo del misterioso fotógrafo recién regresado de África, y Earl Cameron como el dictador en el punto de mira.