
Enseñanza ... está ambientada en Inglaterra, a principios de los '60. Aunque sería más justo hablar de los últimos reflejos de los '50: de una sociedad, satisfecha en su conservadurismo, austera en su recuperación de la Segunda Guerra. Jenny (extraordinaria Carey Mulligan, también candidata al Oscar) es una estudiante, de 16 años, con futuro de Oxford. Pero sus fantasías están en otro lugar, menos estructurado, más vital, menos conformista. Geográficamente, en Francia: ella sueña con conocer París; admira a Jacques Brel, la Nouvelle vague, Albert Camus. "El libro trata sobre un hombre que no se conmueve ni por la muerte de la madre ni por asesinar a otro", les explica, a sus pueblerinas compañeras, lejanas al existencialismo, para acercarlas a El extranjero.
Falta poco para el Mayo del '68. Pero el mundo de Jenny -que vive con sus padres; interpretados por Alfred Molina y Cara Seymour- se revuelve y estalla -ideológica y hormonalmente- cuando conoce a David (Peter Sarsgaard): un bon vivant que la dobla en edad, un seductor despreocupado, capaz de impostar con encantadora naturalidad -como todo seductor-, un tipo que sólo deja ver -y esto lo hace más interesante- la punta de un iceberg. Su extrema facilidad para mentir, simpática a la hora en que seduce a los padres de ella, se va volviendo cada vez más misteriosa e inquietante.

Sin personajes maniqueos, ni diálogos forzados, ni contrastes extremos, Enseñanza ... es una delicada historia iniciática, un fresco de época, un filme romántico que no tensa en extremo su dramatismo. Mantiene un predominante tono luminoso (estilo La felicidad trae suerte), aunque con necesarias dosis de desencanto y amargura. Las (muy) buenas actuaciones, la recreación -poco ornamentada- de época y la ausencia de giros pretenciosos la convierten en una película sensible, pero no enfática, elegantemente británica, para el goce cosmopolita.