06 enero 2009

Crepusculo

La sonrisa. Es eso. Edward casi que esconde los dientes detrás de sus labios pálidos. Puede resultar más o menos seductor para las chicas del colegio, pero nadie se le acerca. Igual que Bella Swan (o sea, cisne), la joven solitaria que llega y se incorpora a mitad del curso y se sienta a su lado en la clase de biología, Edward no se siente cómodo. Bella y Edward no "encajan" en el ambiente, una porque viene de otra ciudad a vivir con su padre separado, y el otro porque es un vampiro.

La seducción de lo prohibido y de aquéllo a lo que se debería temer es un gancho para los adolescentes. ¿Por distinto, por desconocimiento o por irresistible?, Bella y Edward se atraen, se buscan. Pero si a él, un muerto vivo que desde hace muchos años sigue teniendo 17, se le fuera la mano en un beso, Bella pasaría a integrar el reino de los vampiros. A ella no le molestaría, pero a él, sí.

Histeria o temor, abstinencia y entrega de la virginidad son temas que aborda Crepúsculo, que atrapa tanto por su historia de amor como por el vampirismo. Una historia romántica con todos los dientes, está destinada a aquellos adolescentes que de chicos tenían la misma edad de Harry Potter y lo siguieron con idéntica pasión.

Bella es una máquina de tirar frases que conmoverán a su público, del tipo "Soy de las que sufren en silencio", o que podría "morir en lugar del ser amado", o decir que algo "Es complicado" y recibir de Edward por respuesta "Soy capaz de comprender", o "No puedo controlarme", "No sabes cuánto hace que esperaba por ti", o "Siento esta necesidad de protegerte". Eso, ¿no es amor?

Vivos o muertos, Edward y Bella son adolescentes con sangre en las venas, y pueden cuestionar muchas cosas, pero nunca los sentimientos que tienen. Así, cómo no iba, Crepúsculo, a ser un éxito entre los adolescentes.

La película, igual que el libro de Stephenie Meyer, tiene dos partes bien diferenciadas. La primera es la presentación de los protagonistas (más el padre de Bella, los compañeros del cole, y los padres y hermanos adoptivos de Edward, todos vampiros) y netamente la más romántica. Es en la segunda, cuando a los jóvenes ya les importa nada el qué dirán -aunque nadie sepa que los Cullen son vampiros, que deciden ser "vegetarianos", como se autodenominan, y no beber sangre humana sino de animales-, el momento en el que la acción y el thriller cobran preponderancia.

La directora Catherine Hardwicke acertó en el casting principal, y Robert Pattinson, que ya moría como Cedric Diggory en la saga de Harry Potter, y Kristen Stewart (La habitación del pánico), por más que exageren con las miraditas de desconfianza, tienen eso que se llama química y están mejor que los personajes que tienen que interpretar. Por si no queda claro, échenle sangre.

Hay apuntes, como que Edward escucha Claro de luna, de Claude Debussy, o el "Recuerda quién eres" del padre médico a Edward, que es idéntico al que le dice el padre muerto a Simba en El Rey león. Detalles.

Tan efectiva como efectista, Crepúsculo tiene asegurado su público. Y es cine de la mejor sangre