12 setiembre 2008

Aspirante a un Oscar: George Bush

La presidencia de George W. Bush se acaba este año. Pero el polémico cineasta Oliver Stone no le permitirá irse de rositas. El London Film Festival tendrá la primicia de estrenar a mediados de octubre una de las películas más esperadas del año, W, el biopic sobre el político republicano que ha ocupado la Casa Blanca durante los últimos ocho años y que está a punto de abandonarla con los índices de popularidad más bajos de su carrera. El 17 de ese mismo mes el filme llegará a las pantallas estadounidenses, exactamente dos semanas antes de las elecciones que pondrán punto final al reinado de George W. Bush.

Stone no navega en aguas presidenciales por primera vez. Diseccionó a Kennedy en JFK, y realizó un afilado retrato del ambicioso Nixon en la cinta homónima. Pero en ambos casos, los protagonistas originales no tenían modo alguno de rebatir a Stone: ambos estaban muertos. Esta vez, en cambio, el verdadero George W. Bush podrá sentarse en la oscuridad de su sala de proyecciones y remasticar su propia vida a través de Josh Brolin, el actor escogido para reencarnarle en la pantalla. Junto a él, una selección de actores atrevidos como Elisabeth Banks (Laura Bush), James Cromwell (Bush padre), Jeffrey Wright (Colin Powell), Richard Dreyfuss (Dick Cheney), Toby Jones (Karl Rove) o Thandie Newton (Condoleezza Rice). ¿Atrevidos por qué? Según Stone, completar el casting no fue fácil. Pese a lo que diga la leyenda, en Hollywood hay mucho actor republicano. E incluso entre los demócratas, muchos tuvieron dudas. "Odian tanto a Bush que no entienden por qué quiero hacer una película sobre él", declaró el director en la revista Entertainment Weekly al arrancar el rodaje en primavera.

Más difícil aún fue encontrar dinero para filmar una cinta que recorre la salvaje juventud de Bush, sus años de conversión religiosa y su primer mandato como presidente, invasión de Irak incluida. A juzgar por el tráiler que ya circula online, no tendrá un tono dramático y monumental, sino más bien cómico. "Bush no es una persona compleja y oscura como Nixon, así que esta película puede ser graciosa porque Bush lo es. Es un tipo extraño y algo payaso y pone caras raras constantemente. No es un presidente común, así que podemos divertirnos un poco. Estoy cansado de tener que defender la exactitud de mis películas", ha asegurado Stone.

No hubo estadounidenses dispuestos a invertir en un cineasta que, pese a sus tres oscar, sus múltiples candidaturas y los ríos de tinta que ha generado con cintas como Nacido el 4 de julio,Natural born killers, Salvador o Platoon, no ha producido ningún gran éxito en más de una década. No hubo kamikazes con pasaporte estadounidense dispuestos a atacar directamente al corazón de la Casa Blanca, pero sí hubo chinos, alemanes y australianos interesados, de cuyos bolsillos han salido los 21,5 millones de euros que parece ha costado el filme.

No obstante, según declaró la pasada semana en Toronto la Condoleezza del filme, Thandie Newton, "quienes esperen una diatriba anti-Bush se sorprenderán". Según esta actriz, "la vida no es en blanco y negro y creo que esta película tiene sus diferentes escalas de grises. En realidad, es una cinta que hará que la audiencia llegue a sus propias conclusiones". En palabras de Josh Brolin, entrevistado por la revista New York, Stone no ha hecho una caricatura de Bush, sino "una historia apasionante e irresistible sobre un hombre que era como un ratón en un laberinto, que estaba completamente perdido, buscando el queso que no encontraba. Y de repente, se convirtió en presidente de los Estados Unidos".

Desde que se supo que se metería en la piel de Bush, Brolin se ha convertido en el blanco de los republicanos más extremistas, como el periodista de la televisión Fox Bill O'Reilly. Sin embargo, tanto Stone como Brolin intentan convencer a los estadounidenses de que la película también debería gustarle a los republicanos. "No es política, es biográfica. La gente recordará que este hombre es humano ya que fuera de la película siempre le deshumanizamos, le llamamos idiota, marioneta y fracasado. En el filme, en cambio, preguntamos ¿cómo crece un hombre y llega a convertirse en esa persona?", afirmó Brolin en junio en Los Angeles Times.

Pero cuando los republicanos vean a su comandante en jefe atragantándose con un pretzel, difícilmente sonreirán. Y, menos aún, cuando aparezca borracho y esnifando cocaína como hacía en sus tiempos mozos. Sin duda, el personaje tiene entidad suficiente para alimentar una buena película. Pero para juzgar su calidad aún habrá que esperar a que Stone salga de la sala de edición ya que el filme aún no lo ha visto nadie. Y quién sabe, quizás el que más curiosidad tenga sea el mismísimo George W. Bush...


El presidente, toda una industria

George W. Bush es toda una industria en sí mismo. A lo largo de estos ocho años se han publicado cientos de libros que han analizado su presidencia, decenas de documentales que de una u otra manera han desmenuzado sus acciones políticas y varias películas de ficción que por lo general se han mofado de su persona. Michael Moore estrenó justo antes de las elecciones de 2004 su Fahrenheit 9/11, que sin llegar a ser un retrato del presidente, dejaba en evidencia todos sus errores previos y posteriores a los ataques del 11-S. Fue el documental con la mayor audiencia en cines de la historia y además, se llevó un Oscar.

La ficción en cambio no ha tenido tanto éxito en sus retratos y parodias del presidente. John Sayles, siempre firme en sus convicciones de izquierdas, fue uno de los primeros en atreverse a utilizarla para atacar a Bush. Su película Silver City, estrenada poco antes de las presidenciales de 2004, era una excelente parodia de un tejano corrupto que aspiraba a gobernador en la que Chris Cooper imitaba con mucha sorna a un álter ego de George W. Bush llamado Dicky Pilager. Su audiencia fue mínima pero Sayles trató de impulsarla viajando por todo Estados Unidos en una caravana que ofrecía proyecciones gratis. "Quería contribuir a que no fuera reelegido" dijo Sayles. Fracasó.

Sin embargo, los libros sobre el presidente y sus acciones políticas, ya sean cómicos o serios, sí han tenido mucho tirón. Entre los primeros, Bushisms, donde se recogen las frases más estúpidas que ha pronunciado el mandatorio. Entre los serios, todos los de Bob Woodward: Bush at war, Plan of Attack y el más reciente, publicado esta semana: The war within: a secret white house history 2006-2008.