Está bien: es probable que si Julio Verne está enterrado en algún lugar y se entera de esta adaptación sus gritos se escuchen hasta allí, en el centro de la Tierra. Pero Viaje al centro de la Tierra mantiene ese aliento de aventura, ese espíritu épico que más que colarse, era algo así como el leit motiv que nos llevaba a leer con avidez sus relatos una y otra vez.
Brendan Fraser es aquí Trevor Anderson, una suerte de Indiana Jones, un profesor universitario pero con menos arrastre que el arqueólogo entre sus alumnos, un hombre que trata de mantener en pie un laboratorio siguiendo los pasos de su hermano, quien, sí, desapareció hace unos años en búsqueda del centro de la Tierra. La partida de su hermano dejó a un niñito (sobrino de Trevor) semihuérfano, ya que su madre trata de guiarlo hasta donde puede. Trevor es un tarambana, se olvida que su cuñada le dejará a Sean a su cuidado por unos días y ante las evidencias de que algo raro está ocurriendo con la actividad volcánica y en la lejana Islandia puede estar la entrada a ese mundo perdido.
Y sí, creer o reventar: en una vieja copia de Viaje al centro de la Tierra que tenía su extinto hermanito, hay suficientes datos coincidentes con la nueva actividad de los volcanes. ¿Y si...?
Así que Trevor junta los frascos con monedas que viene guardando desde hace años, y parte con el niño hacia la aventura.
Allí, en tierras lejanas, una bella guía le servirá de ídem, y los tres juntos pasarán por todo tipo de vicisitudes, hasta llegar -no vamos a sorprender a nadie- al centro de la cuestión...
Pensada para ver en 3D -en el Perú no hay, todavía, proyectores que puedan exhibir la película con ese sistema -, a veces resulta un poquito frustrante que ciertos peces salten con la boca abierta hacia la cámara, o que el trío protagónico corra en unos carritos a toda velocidad dentro de una mina (igualito a Indiana Jones y el templo de la perdición), o que un dinosaurio ataque a Trevor, o...
La película es una enorme sumatoria de escenas de riesgo, con toques de humor, suspenso y acción trepidante. Es un buen entretenimiento familiar, típico pero no por ello menos disfrutable.
Publicado en 1864, Viaje al centro de la Tierra... no ha envejecido nada. Y las comparaciones con la película que protagonizó James Mason en 1959 -mal que le pese a Fraser- pueden pesar, pero el actor sabe cómo meterse a su púbico en el bolsillo.
Brendan Fraser es aquí Trevor Anderson, una suerte de Indiana Jones, un profesor universitario pero con menos arrastre que el arqueólogo entre sus alumnos, un hombre que trata de mantener en pie un laboratorio siguiendo los pasos de su hermano, quien, sí, desapareció hace unos años en búsqueda del centro de la Tierra. La partida de su hermano dejó a un niñito (sobrino de Trevor) semihuérfano, ya que su madre trata de guiarlo hasta donde puede. Trevor es un tarambana, se olvida que su cuñada le dejará a Sean a su cuidado por unos días y ante las evidencias de que algo raro está ocurriendo con la actividad volcánica y en la lejana Islandia puede estar la entrada a ese mundo perdido.
Y sí, creer o reventar: en una vieja copia de Viaje al centro de la Tierra que tenía su extinto hermanito, hay suficientes datos coincidentes con la nueva actividad de los volcanes. ¿Y si...?
Así que Trevor junta los frascos con monedas que viene guardando desde hace años, y parte con el niño hacia la aventura.
Allí, en tierras lejanas, una bella guía le servirá de ídem, y los tres juntos pasarán por todo tipo de vicisitudes, hasta llegar -no vamos a sorprender a nadie- al centro de la cuestión...
Pensada para ver en 3D -en el Perú no hay, todavía, proyectores que puedan exhibir la película con ese sistema -, a veces resulta un poquito frustrante que ciertos peces salten con la boca abierta hacia la cámara, o que el trío protagónico corra en unos carritos a toda velocidad dentro de una mina (igualito a Indiana Jones y el templo de la perdición), o que un dinosaurio ataque a Trevor, o...
La película es una enorme sumatoria de escenas de riesgo, con toques de humor, suspenso y acción trepidante. Es un buen entretenimiento familiar, típico pero no por ello menos disfrutable.
Publicado en 1864, Viaje al centro de la Tierra... no ha envejecido nada. Y las comparaciones con la película que protagonizó James Mason en 1959 -mal que le pese a Fraser- pueden pesar, pero el actor sabe cómo meterse a su púbico en el bolsillo.