
El Almodóvar de "Los abrazos rotos" es distinto al de los coloridos 80 que hacía reír a carcajadas. Ahora, el director carga la mano hacia el género negro: drama, mucho drama, ingredientes de thriller y poco humor. Porque la cinta de 127 minutos, la más larga y cara de toda su filmografía, devela historias complejas y personajes cargados con la pesada mochila de la tristeza y de la mala suerte. Entre ellos, el alter ego del director: un cineasta que, como el propio Almodóvar, vive en la oscuridad. Es ciego, se llama Mateo Blanco, alias Harry Cane, y lo interpreta Lluis Homar. En 1994 un accidente acabó con su vista y con la vida de la mujer que amaba.

El trío es flanqueado por Judith García (Blanca Portillo), la colaboradora más cercana del cineasta ciego. La mujer incorpora al grupo la traición, un hijo secreto, el complejo de culpa y el gran secreto del desenlace.
El director no olvidó a sus otras "chicas Almodóvar". En esta cinta aparecen varias en pequeñas escenas: la inconfundible Rossy de Palma, la mítica Chus Lampreave y, entre otras, Lola Dueñas, que interpreta el fabuloso personaje de una lectora de labios que ayuda al millonario a desentrañar los secretos diálogos de Lena y su amante.
No es la única mirada al pasado de "Los abrazos rotos". La comedia que dirige Mateo Blanco dentro del filme, y que protagoniza Lena, está libremente inspirada en la célebre "Mujeres al borde de un ataque de nervios". Lleva por título "Chicas y maletas" y, al igual que la cinta de 1988 de Almodóvar, incluye mujeres abandonadas, gazpacho y colchones incendiados. Es el momento en que el público de la sala se olvida del drama -de la sangre, la violencia y la falta de escrúpulos- y se echa a reír