Bill Lawrence, creador y productor ejecutivo de "Scrubs", una comedia adorada por la crítica, pero con problemas de rating, dice que no recuerda exactamente cuándo decidió que no quería seguir peleando. (N. de la R.: Sony la emite en nuestro país los martes, a las 20.30.) Pero fue en algún momento de la primavera boreal pasada, cerca del final de la cuarta temporada del ciclo, cuando los responsables de programación decidieron mover de horario por sexta o séptima vez a esta comedia sin risas grabadas y filmada a una sola cámara que coquetea frecuentemente con el absurdo.
"Al principio, sentimos la presión de buscar el público más amplio posible, lo que fue muy difícil. Este año decidimos dejar de preocuparnos por conseguir nuevos espectadores. Pensamos en hacer lo que queríamos y esperar que por lo menos nosotros nos sintiéramos orgullosos del resultado, aunque nadie más lo viera", explica Lawrence desde el set del programa, un viejo hospital neuropsiquiátrico del norte de Hollywood.
Zach Braff, cuyo personaje, J. D., es el médico que narra la serie, confesó: "Cuando leímos los primeros guiones de esta temporada, era evidente que las cosas habían cambiado, como si alguien hubiera «subido el volumen» de lo que es el lenguaje del programa. Y creo que todos pensamos lo mismo, que nos encanta este trabajo y que bien podría ser el último año que lo tenemos, así que decidimos divertirnos".
El resultado es que "Scrubs", que siempre ha sido una mezcla esquizofrénica de gags tipo cartoon, secuencias oníricas surrealistas y emotivos momentos de vida o muerte, se ha vuelto aún más extraño, lleno de chistes internos, monólogos psicóticos, un coro que canta a cappella en el ascensor del hospital, raros personajes secundarios como el Abogado Sudoroso, el Cirujano que Choca los Cinco y las inolvidables aventuras de un empleado de mantenimiento megalomaníaco que se ha coronado Rey de Ordenanzas. Han aparecido cuervos y avestruces, y los zapallos son tratados como niños por padres amorosos. Y también -y esto puede ser la parte complicada- la gente enferma de cáncer muere.
"Nuestra estrategia para sobrevivir es lograr conservar a nuestros espectadores de siempre", explica Lawrence, que reconoce que el salto de Looney Tunes al pathos trágico puede ser desconcertante. "Somos como los Simpson en el sentido que hay chistes que sólo son graciosos si se ha visto el programa veinte o treinta veces. No escribimos la serie para la gente que lo ve por primera vez."
Extrañamente, tal estrategia no ha hecho más que conseguirle nuevos espectadores. A pesar de haber recibido cuatro nominaciones al Emmy, NBC -la cadena que emite "Scrubs" en los Estados Unidos-, puso en pausa al programa.
"La televisión es un negocio extraño. Cuando les propusimos el programa a varios canales, nadie quería una comedia que no fuera una sitcom tradicional en estudios. No creían que fueran graciosas. Ahora, las comedias a una sola cámara son lo último. Y apostaría cualquier cosa a que la próxima comedia exitosa sería la que desafiara esa tendencia, una sitcom tradicional y muy bien escrita", explica Lawrence, también responsable de "Spin City", un ciclo humorístico bastante más tradicional que era protagonizado primero por Michael J. Fox y luego por Charlie Sheen.
El guionista y productor está convencido de haber encontrado la fórmula del éxito para futuros proyectos. Los fenómenos de ratings pensados para atraer a todo tipo de público son cada vez más escasos: "La gente ahora piensa: «¿Quién es mi audiencia y a qué responden?». Es como los políticos que apelan a sus bases. Un programa bien hecho que no ofenda a nadie, lo que solía ser el objetivo de todo canal de televisión, no va a generar el nivel de fanatismo necesario para destacarse entre la competencia. Así que tienes que hacer lo que hemos hecho nosotros, o «My Name is Earl» o «The Office», escribir un programa poco convencional que se sabe desde el principio que no es para todo el mundo. Pero quienes lo reconocen como suyo están enganchados de por vida".