Hay un temor, claro, fácil de advertir en el a veces inescrutable rostro de Daniel Auteuil. Georges no sabe quién le ha enviado ese video a su casa, en el que sólo se ve la calle y la puerta de entrada de su hogar. Pero teme. Mucho.
Michael Haneke va construyendo la pesadilla en que comienza a erigirse la vida de Georges con trazos finos. Un diálogo con Anne (Juliette Binoche), su esposa, desnuda falta de confianza. El hombre cree saber quién le está mandando esos videos y los dibujos con un gallo con sangre en el cuello, pero no se atreve a decírselo a su mujer. Cuando alguien fuera del entorno familiar se entere del asunto, Georges verá que las implicancias pueden hacerle perder su estabilidad social y laboral. La emocional la ha perdido desde que llegó el primer cassette.
"Haríamos cualquier cosa por no perder nada", se dice por allí, y resume el sentido de Caché, esta perturbadora metáfora abierta de Haneke.
Michael Haneke va construyendo la pesadilla en que comienza a erigirse la vida de Georges con trazos finos. Un diálogo con Anne (Juliette Binoche), su esposa, desnuda falta de confianza. El hombre cree saber quién le está mandando esos videos y los dibujos con un gallo con sangre en el cuello, pero no se atreve a decírselo a su mujer. Cuando alguien fuera del entorno familiar se entere del asunto, Georges verá que las implicancias pueden hacerle perder su estabilidad social y laboral. La emocional la ha perdido desde que llegó el primer cassette.
"Haríamos cualquier cosa por no perder nada", se dice por allí, y resume el sentido de Caché, esta perturbadora metáfora abierta de Haneke.
Aquí, lo escondido del título tiene que ver con una inseguridad doméstica. El hogar de Georges sufre una invasión, que repercute, y cómo, y puede hasta transformar la apacible vida familiar en una catástrofe. Como es usual en él, Haneke presenta a los personajes rodeados de pantallas de TV, mucho metal y vidrio: hay mucho reflejo, y mucho material que permite separar a un personaje de otro en la intimidad de la casa parisina.
Tanto como que Georges y Anne no se tocan, no tienen contacto físico. Sus conversaciones suelen terminar en discusiones, y son sus amigos los que se preocupan por apoyarlos. Esa pareja no estaba bien antes de que el primer video llegara a golpear la tranquilidad hogareña, y Haneke lo testimonia con maestría.
No conviene adelantar mucho más, para poder descubrir solo, y de a poco, las sorpresas que el relato trae aparejadas.
Tanto como que Georges y Anne no se tocan, no tienen contacto físico. Sus conversaciones suelen terminar en discusiones, y son sus amigos los que se preocupan por apoyarlos. Esa pareja no estaba bien antes de que el primer video llegara a golpear la tranquilidad hogareña, y Haneke lo testimonia con maestría.
No conviene adelantar mucho más, para poder descubrir solo, y de a poco, las sorpresas que el relato trae aparejadas.
Auteuil va transformando su cara y hasta su cuerpo a medida que va acercándose a lo que —cree— es la verdad. Sin apoyo por la desesperación de su esposa, el personaje va quedándose cada vez más solo, con lo que a Haneke le alcanza y sobra para marcar que no importa quién haya mandado qué cosa: los secretos, por mejor guardados que estén, pueden traer problemas éticos que no son posibles ocultar sin la confianza que brinda el amor